
Ritos de pubertad bötúku
Estos ritos son en su mayoría de hombres, se bañan, se adornan y se presentan al bötúku, jefe, que les da un nuevo nombre.
El de las muchachas consiste en verificar su virginidad antes del matrimonio, aunque como antes comentábamos, ello conlleva grandes alabanzas y festejos.
Según el Mösámë’anda, este término nadie lo tiene claro, creo que significa algo así como cronista o historiador y en este caso parece se refiere a algún misionero.
Tal vez Aymemí, la pubertad entre los muchachos solía manifestarse de los 15 a los 16 años y entre las niñas de los 13 a los 14. En los lugares del Norte, de la isla, se celebra o celebraba de la siguiente manera.
Llegado el día, al joven se le ungía todo el cuerpo con ntola, el ungüento ‘milagroso’ que cura perfuma y embellece.
Según ellos, se adornaba con sus bipá bësörí o mësörí, abalorios y otras galas que ellos usan, y junto a sus acompañantes se presentan al bötúku, alcalde o jefe del pueblo, provistos de grandes calabazas con vino de palma, ofreciéndole una y contándole a continuación el motivo de la visita.
El bötúku
El bötúku recibía la calabaza con muestras de agradecimiento y le otorgaba ser llamado bösèsèpè, mozo o joven, en vez de boláë o niño, como hasta ese momento.
Después de realizar ciertas ceremonias, y ser admitido en la categoría de mozos del poblado, se le asignaba un mozo de mayor dignidad del mismo poblado bajo cuyas órdenes quedaba mientras permaneciera soltero.
A continuación celebraba con este y resto de mozos del poblado, su fiesta.
La entrada en la pubertad entre las niñas no se celebra con fiesta o ceremonia particular.
Cuando llega a ser hábil, que ellos la tienen por tal a la edad de 17 o 18 años, los padres lo ponen en conocimiento de sus pretendientes para cuando gusten puedan ir por ella. Antes de admitirla en casa, requiere que la moza sea inspeccionada para cerciorarse bien de si permanece virgen.
Esta inspección se acostumbra a practicar únicamente en los poblados del Norte de la isla; en los poblados del Sur no está en uso.
eötö
En el Sur para reconocer si la doncella es todavía eötö o virgen, utilizan un método que consideran no puede fallar, que es dejar que lo comprueben dos o tres ancianas pertenecientes a ambas familias.
“Si resulta virgen las familias se felicitan mutuamente y colman de bendiciones a la muchacha; más si se comprueba que ha sido desflorada ¡qué días más tristes la esperan!”

Los vuvis cuando escogen a una niña, dicen que lo hacen por su eötö, su virginidad, porque la doncella que la ha perdido aunque sea a la fuerza, pierde con ello su valor y su belleza.
A la doncella virgen le ungen todo su cuerpo con ntola formando caprichosas figuras y adornos, y engalanándola con muchos bipá, mësörío bësörí y mil variedades más de abalorios.
Así es llevada por sus propios padres o los que hacen sus veces a la casa de su futuro esposo.
Este la coloca en una choza contigua a la suya a la cual dan el nombre de bula y aquí estará algún tiempo según sea el lugar de la isla.
En este período de reclusión, ella sólo se debía preocupar por mostrarse hermosa, comiendo bien, aseándose adecuadamente y engalanándose para mostrarse cuanto más bella mejor, saliendo sólo para hacer sus necesidades y eso, en las cercanías, hasta el día de la boda.
Durante este tiempo ya era visitada por su futuro esposo, por lo que no era raro que quedara embarazada.
Durante esta clausura de su futura esposa, el novio trabajaba sin descanso pues debe proveer para hacer la boda con la mayor solemnidad posible para lo que cuenta con la ayuda de sus amigos, hermanos cognaticios, tíos y demás.
La mujer vuvi
Hasta ahora hemos visto todas las derivadas que afectan a la mujer, tal vez sin explicar el concepto que de ella tiene el hombre vuvi.
Intentemos solucionarlo con la ayuda de todos los que estando allí, supieron trasmitirlo y que intentaré resumir y adaptar sin tergiversar su sentido.
Ya se ha dicho que esa capacidad de ‘mujer’, entre los vuvi, se otorgaba alrededor de los 17 años, edad en que la muchacha pasaba a depender de otro hombre y no ya de su padre, un hecho al que ella no se podía oponer, aunque luego veremos que había alguna peculiar opción.
Lo normal es que este fuera ya un hombre entrado en años, con una vida de por sí dura y por tanto con algún achaque como poco, y lo normal, dada la época y el entorno, con alguna enfermedad o trauma, cuentan de graves infecciones debido a roturas de miembros en el abrupto entorno, al ir de caza o como consecuencia de las grandes peleas que tan frecuentemente mantenían, infecciones casi siempre supurando si no peor.
Esta ruptura de la muchacha, aunque no por anunciada casi inmediata, de su hasta ese momento alegría infantil y adolescente a pasar a depender de alguien a quien desde el primer momento se debía servir y obedecer en todo, y posiblemente bajo la agria mirada de las esposas más antiguas.
Era un destino donde la desesperanza sólo se rompía cuando ahíta de cansancio, llorosa y anhelante, pensaba que la muerte de ese hombre estaba cerca.
La esclavitud de la mujer
“La mujer vuvi estaba condenada, en tiempos pasados, a ser esclava del hombre y su bestia de carga.
En su infancia y primeros años de adolescencia gozaba de los entretenimientos y encantos de esa edad, pero tan pronto como se le notaba algo crecida y con algunas fuerzas, se la empleaba en trabajos duros, sobre todo en llevar cargas normalmente superiores a sus fuerzas.
He aquí la razón de encontrarse antiguamente y aún ahora en algunos lugares de la isla, mujeres con modales y cierto aire hombruno.
¿Quien de los que llevamos años en la Colonia, no ha visto numerosas caravanas de niñas, jóvenes y mujeres entradas en edad, llevando a la playa grandes y pesadas cargas de ñames y aceite de palma y volver a los pueblos igualmente cargadas de sal y otros artículos comprados a los bapotó, y siempre conducidas por un solo hombre, que solía ir detrás de la caravana armado de una larga espingarda y un típico bastón de viaje, como arriero detrás de la recua y llegar a sus casas tan tranquilas como si nada hubiesen hecho?.
Los bapotó
Llegadas de la playa muy cansadas, pues todos sabemos que no es ninguna recreación y regalo subir de la playa a los poblados vuvis, deben aún acarrear agua y leña, en particular agua que comúnmente está lejos del poblado.
Han de cocer y preparar la comida para sus maridos e hijos y confeccionar la pomada llamada ntola o ndola, con la cual han de ungir a sus respectivos maridos antes de poder retirarse a dormir.
Mientras, el hombre va de paseo, o por ese vino de palma que tanto gusta, o pasa el rato conversando tranquilamente con sus compañeros en la boetcha o boencha*5, casa de reunión o ayuntamiento.
La mujer ayuda al marido en las labores del campo y luego de acabada la tarea, vuelve a casa con un gran fardo de leña o una palangana de grandes proporciones llena de plátanos, ñames, malangas y diferentes hortalizas o yerbas comestibles, que las tienen muy buenas y sabrosas.
Aceite de palma
La fabricación del aceite de palma es también trabajo exclusivo de la mujer.
El hombre ayuda únicamente en coger y tirar las aceitunas de la palmera y en molerlas.
Las demás operaciones que lleva consigo la fabricación, como recoger las aceitunas del suelo, separarlas del racimo, ponerlas a fermentar, llevarlas al molino, cocerlas en grandes ollas, quitar las almendras del orujo, después de moler las aceitunas exprimir o prensar el orujo en sus manos, pues carecen de prensa u otro instrumento para extraerlo y purificarlo.
Todos estos trabajos que tienen nombre propio en vuvi, son trabajos femeninos; igualmente es su trabajo el plantar la malanga, cultivarla, arrancarla y conservarla”.
*3 Nota: Es curiosa y sobre todo conceptualmente, igual a la Togu ná de los dogón de Malí. Lo que añadido al resto de creencias y conceptos donde varia el nombre pero no la utilidad, da a entender, o que muchos pueblos africanos compartieron en tiempos pretéritos espacio común y por tanto pensamiento o que el ser humano razonable, aplica el sentido común per sé, de igual modo allá donde se encuentre y de donde provenga.
Reparación de la virginidad
El Mösamé’anda decía que antiguamente en el Norte de la isla de Bioko, porque en el Sur nunca se hizo uso de algo así, los vuvis se valían de un juramento inculpatorio, dijo antiguamente porque ahora ya no está en uso.
El jefe enviaba a algunos individuos al monte a cazar un venado, no otro animal. Una vez cazado lo presentaban a dicho jefe, quien mandaba abrir al animal en canal y dividirlo en dos mitades iguales.
Hecho esto, daba orden de que todo el pueblo se reuniera en la riössa, la gran plaza que todos los poblados vuvis tenían, y tienen.
Reunido y convocado todo el poblado en asamblea general, se colocaban los dos pedazos en la entrada de la plaza y exigía al presunto culpable de violar a una muchacha en proceso de matrimonio a que compareciera en público y le ordenaba pasar entre las dos mitades del venado diciendo estas palabras:
“Sea yo abierto y partido en trozos como este venado, si en algún tiempo he tocado o conocido a esta muchacha”.
La acusada solía estar en medio de la asamblea de pie y enteramente desnuda, y como es creencia general entre ellos que si alguno jura, aunque sea libre de los castigos de los que moran eneste mundo.
No se librará de los más terribles, atroces y aún de la misma muerte que le darán los barímò de su familia y de la propia muchacha, que viven en el otro mundo, de ahí que ninguno que fuera realmente culpable, se atreviera a pasar y menos pronunciar tal juramento.
Averiguada la verdad ansiada del estupro, era condenado el culpable a una pena verdaderamente vergonzosa y propia de los pueblos antiguos.
Mohiammó, pueblos Vuvi
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Mohiammó
El Mösamë’anda dijo:
“que ninguna mujer vuvi era libre de elegir a su esposo, sino que debía unirse al designado por su padre legal o por el que hiciera sus veces”.
Mösamë’anda
Pero parece que había excepciones:
1ª.- Cuando la mujer quedaba viuda siendo todavía una niña; pues podía suceder que ni conociera a su pretendiente, tal vez por vivir en distintos pueblos, o porque al morir él, ella aún no fuera consciente ni de lo que la rodeaba.
2ª.- Era extraño, pero podía suceder, que el padre legal de la doncella se negara a entregarla a nadie por muchos y muy nobles pretendientes que se presentasen, dando a entender que él, consideraba que su hija era especial y merecía algo acorde, o que obedeciendo un mandato de alguno de sus ancestros, intermediado por el o la mohiammò, se viera obligado a que la doncella no fuera entregada a ningún de esos varones, sino dejarla libre para que eligiera con quien convivir.
El vuvi era y es, normalmente, incapaz de desobedecer a lo que decidan y manden los mohiammó, conscientes de que son órdenes procedentes del otro mundo, y que dado que estos miran por los vivos, hay que dejar en sus manos las decisiones trascendentes sin planteárselas.
Ambas dos cuestiones arriba presentadas, tenían su lógica, pues seguro que provenían de sucesos semejantes.
Por eso, en el primer caso, la niña quedaba emancipada simplemente porque su esposo había fallecido, era pues viuda.
Este adjetivo, viuda, se adquiría porque él la había elegido, como bien apuntan en sus comentarios quienes primero lo percibieron, era posible que la muchacha no hubiera llegado a convivir con el muerto y ni tan siquiera se hubieran visto.
Pero esa elección, comprometía a la muchacha a deber obediencia a su esposo quien a la par ostentaba todos los derechos sobre ella.
La ley vuvi
Como la ley vuvi establecía que ninguna mujer podía tener dos esposos legales consecutivos, ella, muerto su esposo, era legalmente viuda y con ello, le debía a su difunto esposo lo que la ley exigía a las viudas, realizar el mököndò y ejercer de viuda guardando el luto prescrito.
Tras el periodo de luto y duelo, ella pasaba a adquirir todos sus derechos, pudiendo moverse y actuar libremente e incluso ir a vivir con quien quisiese sin que ese alguien adquiriera derecho alguno sobre ella.
Sólo, y no era poco, tenía obligación de entregar a la familia de su difunto marido, los tres primeros hijos del sexo que vinieran, sin importar la relación que tuviera con el padre.
Eboámoenya
A esta doncella que quedaba viuda siendo niña daban el nombre de Eboámoenya en la parte meridional de la isla.
La segunda, era la excepción de la norma. Hemos visto que el padre de la muchacha poseía todo lo que a ella atañía, deberes y derechos, naturales y legales, negándose a entregarla a ningún hombre por la causa que a él le placiera.
Por tanto, muerto este, ella quedaba de facto, plenamente libre.
Si la excepción se debía a una exigencia expresa de algún muerto de su familia, esta exigencia iba más allá de ser o no entregada a un hombre del gusto o no de la jóven, sino que de lo que trataba por encima de esta cuestión, era más, preservar los derechos de la muchacha.
Claro está, habría que ver quién, padre de la muchacha, se agarraba a esta norma, en la que se comprometía a un ancestro, morimó, y a quién hablaba en su nombre, mohiammò, pues no era banal el que la muchacha quedara exonerada de débitos a vivos y sólo dependiera de quien muerto, ya había expresado su opinión, pues ella, libre, podía elegir cómo y con quien unirse, lo cual a su vez significaba que al no ser ‘elegida’, aquel elegido no tenía ningún derecho sobre ella y tal cual, podía abandonar a este elegido sin dar ni explicaciones.
Incluso los hijos que tuviera eran plena legal y exclusivamente suyos, sin que nadie ni el padre natural, pudiera reclamarlos.
Costumbre vuvi
Pues aunque pudiera parecer que el padre tendría opciones, la ley y costumbre vuvi no le amparaba, al no ser ella ‘elegida’, no existían exigencias pues no se había contraído matrimonio legal con la madre.
Carecía hasta del deber de realizar el mököndò, y vestir de luto si moría el hombre elegido, ya que la ley obligaba, exclusivamente, si el difunto había cumplido todas las normas legales de desposorio con la mujer.
Mösamë’anda dejo en sus escrito, que entre los vuvis no se llevaba luto ni por padres, hijos ni hermanos.
Sólo se llevaba luto por el marido legítimo, aunque algunas mujeres, el colonialismo estaba en pleno auge, mostraban cariño o respeto, o ganas de medrar con misioneros o colonos y espero se comprenda y no escandalice, llevando luto por sus difuntos.
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