
Misión de la Iglesia Profética de Victoria Falls. Foto donde se ve que mientras el misionero adoctrina, sus mujeres leen o cosen y un carpintero trabaja.

El arrebato misionero del siglo XVIII llevó a la masificación de instalaciones de confesiones cristianas en toda África, y los Luba no quedaron exentos. De uno u otro tipo se nota su presencia e influencia, pero no han podido con las creencias tradicionales aún bien arraigadas. Los espíritus viven al igual que los brujos y sanadores. Sí se ha producido una sincretización muy evidente entre la creencia tradicional y la cristiana que ha desarrollado varios movimientos.
Percepción espiritual de los Luba
El Jamaa intentó integrar los principios fundamentales de la percepción espiritual africana, con una concepción del cristianismo como ellos lo entendían.
El kimbanguismo surgió entre revueltas con los europeos, alimentadas por la animosidad que estos mostraban desdeñando los conceptos, valores e intereses de los pueblos congoleños.
Los adivinos de Dieudonnes, ‘los dones de dios’, convencidos, utilizaron el Espíritu Santo, que había puesto en valor el kimbanguismo, como arma para combatir la brujería; algo que asentado profundamente en el africano le ha producido inmenso temor, del que muchos se han aprovechado.
Las iglesias proféticas en ámbito rural
A rebufo de aquellas primeras misiones y confluencias, llegaron las iglesias proféticas con la pretensión de dar soluciones a los que del ámbito rural llegaban a las ciudades, que mal pagados y en precario se amoldaban a quien les bien tratara.

Lo llamado Arte Africano, en este caso el Luba, no deja de ser el compendio de sus conocimientos y cultura. Todos los sucesos enla vida de un Luba están impregnados de sus realizaciones que son emblema pero también manera de recordar su función. Lo veremos en un capítulo concreto, pero antes, como hemos visto hasta ahora, entendamos en qué consiste su día a día..
Todo se festeja. Si la tierra es fértil, la pesca productiva, el trabajo rentable y la paz duradera, saquemos tiempo para agradecerlo y disfrutarlo. Y a eso prestaban gran parte de su tiempo. Hasta que llegaron unos tipos como Vumbi, ‘blancos como los fantasmas’, que estropearon todo.
Ceremonias de los Luba
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Ceremonias de los Luba
Saber hoy que la jóven pareja se va a casar, que la muchacha tiene su primer embarazo, el nacimiento, aunque también de un funeral, del fin del duelo, o circunstancialmente de la entronización y el funeral del MuLopwe, de sus dignatarios y del Kilumbu son ocasiones para grandes ceremonias.
Está claro que son momentos importantes en el transcurrir de la vida de cualquier persona. En el pasado, la llegada de los primeros dientes, la circuncisión de los niños, la iniciación de las niñas, la cosecha de los primeros cultivos y el inicio de la temporada de caza al final de la estación seca eran ocasiones para realizar las ceremonias de agradecimiento de ritos colectivos.
Los Luba, también muchos otros en África, tienen la idea de que la causa de la enfermedad tiene un origen mental, o sea, producto de algo espiritual, y que para darle solución se tiene que averiguar el porqué mediante la adivinación.
Una vez conocido el origen y el espíritu responsable de la desgracia, el enfermo, previa receta del adivino, debe aplacarle mediante rituales y libaciones que le reconcilien o dotarse de un amuleto que le proteja, y si es causado por un hechicero, mejor ambas cosas.
Medicina y la asociación Buhabo
Los sanadores pertenecían a la asociación Buhabo, una de las más secretas y poderosas de la región. Su poder obedecía al temor a ser envenenado, de modo que todo el mundo pretendía ser miembro. El candidato pasaba por una iniciación pero además, debía pagar un importante tributo.
En la cúspide de esta sociedad, rígida y jerarquizada, el gran maestro, Tata, ejercía de guardián de las pequeñas estatuas, que se depositaban normalmente en una calabaza. Los Luba creen que existe un mundo paralelo bajo la tierra, donde se van los muertos para vivir una realidad idéntica a la que tenían, pero relacionándose con los que les precedieron y sabedores de que los que dejaron arriba, los vivos, en algún momento se juntaran con ellos.
Este mundo de las sombras, está igualmente estructurado en grupos familiares, con pueblos, bosques y cultivos. Desde ese otro mundo los antepasados vigilan a sus hijos, contactan a los vivos a través de los sueños o en sesiones de adivinación y hacen que sucedan todo tipo de cosas extrañas e inusuales para llamar la atención sobre acontecimientos que puedan resultar dañinos. Los muertos gustan de regresar al mundo de los vivos, cuando los niños al nacer reciben sus nombres.
Los Luba Songye y la transmigración del alma
Según Merriam, p. 298:
“Los Luba Songye son únicos porque creen en la transmigración del alma, Esta alma parece regresar normalmente tres veces a la Tierra en un cuerpo humano y la cuarta vez en el cuerpo de un animal antes de que vaya a Efile Mukulu para permanecer ahí indefinidamente”.
También, los muertos están pendientes de todo lo que acontece a los vivos, sabedores de que las honras y rituales en su honor, se traducen en su pervivencia espiritual colectiva, viven, en función del recuerdo que los vivos mantengan de ellos. Por eso interactúan constantemente con los vivos. La supervivencia de los muertos depende de la devoción de sus familiares vivos.
Si sus descendientes no muestran su amor filial, los muertos no prestarán su ayuda y sí mostrarán su ira, provocando que los cultivos fracasen o enfermedades u otros daños en función del dolor del olvido. Por supuesto, ese recordatorio tiene mayor incidencia cuanto más cercano es el parentesco, no es lo mismo un abuelo o padre que el tío del bisabuelo.
Aquellas personas que fallecieron en tiempos antiguos o más recientes pero con las que no se tuvo contacto en vida, pero dejaron constancia en la comunidad de su buen paso, se les da el vago título de ‘antepasados’; de este grupo solo a aquellos realmente importantes se les reconoce por su nombre.
El concepto de dios creador
Más allá de esto, los Luba concebían el mundo como un todo unificado; de hecho toda la concepción de sus representaciones y las funciones de sus instituciones, iban encaminadas a poner en valor el concepto de ‘dios creador’. Ese único dios creó el mundo, al ser humano, la naturaleza y lo que implica: aquello que alimenta y cura y lo que se indigesta y mata.
Para los Luba, el creador es dueño de la tierra y los que la habitan, absoluto dueño del mundo. Lo ‘universal’ adquiere su pleno valor. Lo que no contradice que se considere que la especie humana es una y la mente humana es una; trascendiendo a la realidad empírica.
Cuando los Luba manifestaban que: Vidye udiko, ‘el espíritu existe’, querían exactamente decir eso: el espíritu trasciende y crea otra realidad, conectada a los antepasados. Sin embargo dios no es una sublimación de los antepasados; por el contrario, los antepasados solo pueden existir porque primero existió el concepto de un dios creador. Por eso en sus oraciones, las de ayer y hoy, queda implícito que:
“Dios es siempre el padre de todo y de todos”.
La sociedad secreta Tusanj
En el acervo Luba, se consideraba posible que ciertas personas que fueron respetuosas y amigables en vida, a su muerte se volvieran perjudiciales y mal intencionadas con los vivos. Aún disculpando este proceder, pues pensaban que alguien o algo había intervenido para que esto ocurriera, para solucionarlo se requería de ciertos rituales que los alejasen.
Antiguamente, la sociedad secreta Tusanji era la responsable de neutralizar esos y otros espíritus malignos; para ello desenterraban sus cadáveres y los comían ritualmente. Generalmente, se consideraba sin embargo, que los espíritus de los muertos eran benevolentes y protegían a los miembros de su familia que aún estaban vivos.
Aquellos que murieron sin dejar poso ni vínculo afectivo o emocional entre quienes aún vivían y que por tanto ningún recién nacido recibiría su nombre, dejaban de existir al quedar innombrados e impensados, no existían ni espiritual ni físicamente, hundiéndose en lo más profundo y sombrío, sin poder emerger y situarse en ese plano donde habitaban los ancestros recordados, que no dejaba de ser la continuación de lo que ya tuvieron cuando vivos.
Mwadi médium espiritual femenina
. Cuando moría un jefe o rey Luba, su espíritu se reencarnaba en una médium espiritual femenina, cuyo título era Mwadi. Los Luba dicen que solo el cuerpo de una mujer es lo suficientemente fuerte como para sostener un espíritu tan poderoso como el de un rey, por lo que la escultura dedicada a la realeza es morfológicamente casi siempre femenina. En el origen se dice que La primera Mwadi, residió en la antigua aldea real; había adquirido sus títulos e insignias y recibía regularmente regalos del nuevo rey que había establecido su residencia en otro lugar diferente.
Las distintas residencias de los trece reyes Luba se convirtieron en santuarios donde se recordaba su memoria y se llamaron capitales espirituales donde las mwadis gobernaban sus ‘reinos de los muertos’. Cada Mwadi era sucedida tras su propia muerte por otra mujer de su linaje, asegurando así la perpetuación de la memoria del rey.

Foto de William F.P. Burton. 1927 |
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Foto de un jefe Luba, con su azuela, báculo y Mboko. Hecha por el misionero de la Iglesia de Pentecostés William F.P. Burton. 1927 |
Entre la Religión y el Arte de los Luba
Reitero lo difícil que es delimitar lo espiritual o religioso de su visualización material. Se me hace imposible explicar los conceptos espirituales contenidos en sus objetos rituales, de madera metal o marfil o hueso, sin explicar para qué cómo y por qué los hacen así.
Lo primero es que para ellos, lo tallado, aunque veamos un asiento, recipiente o bastón, encierra o es la morada de un espíritu. Las esculturas de madera Luba, semejen pequeñas mesas, extrañas figuras genuflexas o sentadas, copas, bastones, hachas o cualquier cosa por extraña que parezca, no dejan de ser objetos que por su delicadeza y buen hacer han ganado un puesto en los museos o colecciones más renombrados, casi todas ellos fueron creados para los grandes reyes o jefes, MuLopwe, su corte o los especialistas en rituales a los que cada uno estaba destinado.
Ya sabemos que para tener eficacia, una talla debe ser activada por un especialista en rituales, que la dote de poderes para que sea aceptada como habitáculo por un espíritu.
El taburete en el que nadie se sentará, pero será entonces receptáculo para el espíritu de un rey; el Lukasa, tablero de madera con cuentas que la sociedad Mbudye utiliza como dispositivo mnemotécnico para relatar la historia del reino.
O las variadas máscaras, cuya utilidad sigue estando velada, pero cuyas elucubraciones nos llevan casi unidireccionalmente a creer que pertenecen o emplean sociedades secretas en las ceremonias de circuncisión, necesitan previamente de la buena mano y acierto, de alguien que las dote de ese poder.
Kitenta o asiento del poder de un rey Luba

Kitenta |
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Kitenta o ‘asiento del poder’ |
Es el emblema más importante de un rey o jefe Luba. Con ellos se reaviva la memoria e historia. En su acervo es una imagen del palacio o residencia del rey, pero en el plano espiritual. Metafóricamente muestra el nivel jerárquico que tiene la realeza entre los Luba. Refrenda los ritos de investidura y marca el momento en que el nuevo gobernante jura su cargo.
Frans Olbrechts, etnógrafo belga que trabajaba en el Museo Real de África Central en Tervuren, donde esta obra está depositada, sobre 1940, tras un exhaustivo estudio, sacó la conclusión tras múltiples comparaciones con otras obras Luba, que este asiento o taburete, podía ser obra de un artista al que se dio el nombre de Maestro de Buli.
El artista Luba Hemba llamado Ngongo
Se cree que era un individuo Luba Hemba llamado Ngongo ya Chintu, que vivió entre 1810 y 1870. Parece que hay otras 20 obras atribuibles casi sin duda a este excepcional artista.
Hay fotos de esta obra de arte, técnica y cromáticamente inmejorables, pero prefiero colocar tal vez la primera con la que fue catalogada. Los tronos son ya de por sí, una imagen visual que nos habla de, regiones, épocas, tradiciones, poder, inteligencia, nivel artístico y conceptos del usuario y su pueblo.
Entre los Luba, como en gran parte de África, también, como también los primeros asientos de poder fueron pieles, después esteras tejidas, tal vez más tarde formas burdamente cinceladas en piedra y finalmente ampulosas tallas de madera.
Los primeros asientos de poder
Entre los Luba y sus asumidos a los que nos referimos en concreto en este estudio, eran además fundamentales para los ritos de investidura, con los que los reyes y jefes accedían al poder, adquiriendo con ellos el principal símbolo de su cargo.
Asimismo, la función ya hemos visto que no era sentarse, nunca se utilizaban, pues eran receptáculo del espíritu del jefe. No se heredaban, eran personales. Tanto que eran ‘presentificación’ del rey o jefe, no era necesaria su presencia si estaba en otro lugar, dotaban del don de la ubicuidad al poseedor.
Para protegerlos, no siempre se guardaban en el mismo sitio ni pueblo, sino que cuando se presagiaban conflictos, podían secretamente guardarse en cualquier otra aldea o población, siempre bajo la vigilancia de un funcionario específico.
Se envolvían en tejidos de algodón puro y sin teñir, y se mostraban en contadas ocasiones, reforzando así la idea de que no estaban destinados a percepciones de seres humanos, sino a actuar al nivel requerido en el mundo de los espíritus.
Los taburetes Luba, aunque personales, sí eran un eslabón de aquella cadena de la que antes hablabamos, pues se entendían enlazados con el primer taburete que ungió al primer rey a Kiluwe Mbidi o Mbidi Kiluwe, que de ambas formas escriben.
El ideal de civilización Luba
El asiento en sí de este taburete, lo sostiene una mujer genuflexa, con la punta de los dedos y la parte occipital de la cabeza; presenta las escarificaciones rituales y étnicas de procedencia, estatus y embellecimiento, en su estómago y abdomen.
Los hermosos dibujos en la piel y su elaborado peinado, reflejan a un miembro de la sociedad cultivado y respetado, que encarna el ideal de civilización Luba y el refinamiento de sus gobernantes, trasmitido a su sociedad.
Las imágenes femeninas son emblemas de liderazgo en la cultura Luba, y metáfora de lo que llamaríamos ‘descanso del guerrero’, y no del físico, sino del guerrero espiritual, pues ese cuerpo tallado es habitáculo del rey al que no solo guarda y protege sino que sustenta los principios de la realeza divina.
Es la visualización del rey pero también de su continuidad, en la dualidad que aquí muestra, representa al rey, pero la mujer reflejada, posiblemente su esposa o madre, es garante de la continuidad hereditaria legítima.
Ceremonia de investidura de un Rey Luba
Burton, 1969, p. 22 nos cuenta: “Durante su investidura, un jefe Luba recibe el asiento de su Kioni, consejero, y se le dice:
“ ‘Ahí está tu trono; tómalo’.
El jefe se sienta entonces entre su consejero y su Mfinga, sobrina, de acuerdo con un dicho Luba:
‘Una sobrina con quien dormir, un nieto a quien acariciar y una abuela en quien apoyarse’ ”.
Y Cameron, 1877, p. 333, informa que:
“Cuando un jefe muere, una mujer se coloca de rodillas sobre sus manos, y se sitúa al jefe muerto sentado sobre su espalda cubierto con sus cuentas y otros tesoros, siendo sujetado a cada lado por una de sus esposas, mientras su segunda esposa se sienta a sus pies”.
Una sociedad patriarcal
Sabemos que son una sociedad patriarcal pero que para su descendencia y régimen hereditario lo es matriarcal.
El que en los Kitenta o ‘asientos de poder’ sea general representar figuras femeninas soportando el peso del rey o jefe, se debe a esa realidad física, en la que donde el hombre recupera fuerzas de verdad y se siente a gusto, es en lo que en el Congo se denomina Mushenge, término confuso pues su traducción puede ser residencia, madre o esposa, y que en realidad significa ‘allí donde el rey descansa’, si niño o joven con su madre y adulto con su mujer o esposa. Lejos de conflictos y deberes, ‘a gusto’.
Aunque eufemísticamente algún alto dignatario africano dijera a aquellos blancos, que interesados y amables pero en realidad temidos, preguntaban por qué era, y dijeran que:
“Es una tradición que fue diseñada para identificar y glorificar al rey, los jefes y los oficiales titulados que constituyen la compleja jerarquía de liderazgo dentro de nuestro Imperio Luba”.
Cierto, pero sobre todo muy diplomático.
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