

Es notorio que los senufo son casi todos agricultores notables pero algunos deben de ocuparse de otras cosas y tan necesarios como otros son los dozo, los cazadores. Pero hay que aclarar que los dozo no son sólo senufos, sino que se han aunado en una especie de asociación donde se reúnen individuos de diversos pueblos aunque todos ellos de zonas y regiones cercanas.
En su asociación las reglas son estrictas y por encima de todas prevalece el honor y con él su palabra. Para convertirse en dozo, el joven aprendiz tiene que pasar un largo período de aprendizaje con un Gran Maestro. Se requiere una conducta moral irreprochable. El código dozo se basa en el respeto a los antepasados, el honor derivado a su dedicación y la obediencia al maestro.

Dozo o cazadores
Además de aprender a observar, rastrear y cazar, el aprendiz del dozo actual, se debe iniciar en los rituales religiosos concretos de su asociación.
Los cazadores dozo hacen ofrendas regulares a los espíritus del bosque y los fetiches de la zarza. Dedican un tiempo considerable a la preparación de sus amuletos.
Un cazador dozo nunca emprende camino sin encomendarse y recitar algunos de sus conjuros secretos. El cazador dozo no viste un uniforme aunque sí guarda una cierta uniformidad pues es fácilmente distinguible por la casaca y los pantalones que lleva. Ambos son de algodón y teñidos con lodo, lo que le facilita el camuflaje con su terreno. Adornan su casaca con varios amuletos, como algún elemento de su primera captura, u otros que le resultaron especialmente duros, peligrosos o gratificantes, pero también con silbatos, espejos o algunos cuchillos.
Medios del cazador Senufo
Además de su armadura espiritual, el cazador dozo está equipado con un rifle, un hacha pequeña y una cola de animal sacrificado transformada en espantamoscas.
Menos el amigable personage de la foto de más arriba, este si es senufo, que simplemente cazaba, sin alardes ni más necesidad que su arco y buena puntería, eso sí, lleva dos amuletos, un cíngulo de los que se pone el sacerdote católico para la misa y algo tradicional que se ha perdido y pocos senufos recuerdan, los dientes bien afilados.
Luce además el típico y práctico sombreo de origen dogón y una magnifica barba, de pega, tal vez para hacernos ver que debajo de su magnífica sonrisa, se encuentra un hombre cabal.
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