
Para los Dogones, los primeros habitantes de la región, míticos, eran los Negrillos, hoy desaparecidos bajo tierra: forjadores infatigables, aún se escucha el resonar de sus martillos u .
Las «sociedades de hombres» guerreras, tanto en Europa como en Asia central y extremo-oriental (Japón), implican ritos de iniciación en que el herrero y el herrador ocupaban un lugar destacado.
Es sabido que, tras la cristianización de la Europa nórdica, Odhin y la «caza furiosa» fueron asimilados al Diablo y las hordas de condenados. Se daba así un gran paso hacia la asimilación del herrero y del herrador con el Diablo 15.
Herrero señor del fuego
El «dominio del fuego», común al mago, al chamán y al herrero, fue considerado en el folklore cristiano como obra diabólica; una de las imágenes populares más frecuentes presenta al Diablo arrojando llamas por la boca.
Quizá tengamos aquí la última transformación arquetípica del «Señor del Fuego».
Resultará sobre todo instructivo arrojar luz sobre el desarrollo ulterior de algunas ideas fundamentales relativas al crecimiento de los minerales, la transformación natural de los metales en oro y el valor místico de dicho metal.
En cuanto al complejo ritual «herreros-cofradías de iniciación-secretos de oficio», no cabe duda de que algo de su estructura particular se transmitió a la alquimia china y no solamente a ésta: la iniciación por un maestro y la comunicación ceremonial de los secretos siguieron constituyendo durante mucho tiempo una norma de la enseñanza alquímica.
La búsqueda del oro implicaba igualmente la de una esencia espiritual. El oro tenía un carácter imperial, se hallaba en el «centro de la tierra» y estaba en relaciones místicas con el chü (rejalgar o sulfuro); el mercurio amarillo y la vida futura (las «fuentes amarillas»).
¡ En cuanto al estado «caótico» alcanzado por la meditación e indispensable a la operación alquímica, interesa por varias razones a nuestra investigación.
En primer lugar, la semejanza entre este estado «inconsciente» (comparable al del embrión o del huevo) y la materia prima, la massa confusa de la alquimia occidental, sobre la que más adelante insistiremos.
La materia prima no debe ser entendida únicamente como una situación primordial de la sustancia, sino también como una experiencia interior del alquimista.
La reducción de la materia a su condición primera de absoluta indiferenciación corresponde, en el terreno de la experiencia interior, a la regresión al estado prenatal, embrionario.

El pensamiento simbólico
Para el pensamiento simbólico, el mundo no sólo está «vivo», sino también «abierto»; un objeto no es nunca tal objeto y nada más (como sucede con el conocimiento moderno), sino que es también signo o receptáculo de algo más, de una realidad que trasciende el plano del ser de aquel objeto.
Para limitarnos a un ejemplo: el campo labrado es algo más que un trozo de tierra; es también el cuerpo de la Tierra Madre; la azada es un phallus, sin que por ello deje de ser una herramienta; el laboreo es al mismo tiempo un trabajo «mecánico» (efectuado con herramientas fabricadas por el hombre) y una unión sexual orientada hacia la fecundación hiero-gámica de la Madre Tierra.
Observemos que la descripción de Zosimo no sólo recuerda el desmembramiento de Dionisos y otros «Dioses moribundos» de los Misterios (cuya «pasión» es en cierto modo homologable a los diversos momentos del ciclo vegetal.
Sobre todo las torturas, la muerte y la resurrección del «Espíritu del trigo»), sino que también presenta sorprendentes analogías con las visiones de iniciación de los chamanes y, en general, con el esquema fundamental de todas las iniciaciones arcaicas.
Es sabido que toda iniciación incluye una serie de pruebas rituales que simbolizan la muerte y resurrección del neófito.
Las iniciaciones chamánicas
En las iniciaciones chamánicas, estas pruebas, aun cuando sean experimentadas «en estado segundo», son a veces de una extremada crueldad: el futuro chamán asiste en sueños a su propio descuartizamiento, su decapitación y su muerte7 Gracias a las operaciones alquímicas, asimiladas a las «torturas», a la «muerte» y a la «resurrección» del místico, la sustancia es transmutada, es decir, obtiene un modo de ser trascendental: se hace «oro», que, repetimos, es el símbolo de la inmortalidad.
En Egipto se consideraba que la carne de los Dioses era de oro: al convertirse en un Dios, el Faraón alcanzaba también la conversión de su carne en oro.
La transmutación alquímica equivale por ello a la perfección de la materia; en términos cristianos, a su redención8 . Hemos visto que los minerales y los metales eran considerados como organismos vivos; se hablaba de su gestación, su crecimiento y su nacimiento e incluso de su matrimonio.
Los alquimistas adoptaron y revalorizaron todas estas creencias arcaicas.
La combinación alquímica del azufre y el mercurio casi siempre se expresa en términos de «matrimonio», mediante el cual se simboliza una unión mística entre dos principios cosmológicos.
Aquí reside la novedad de la perspectiva alquímica: la Vida de la Materia no está ya definida en términos de hierofanías «vitales» como en la perspectiva del hombre arcaico, sino que adquiere una dimensión «espiritual
La «muerte» corresponde generalmente —en el nivel operatorio— al color negro que tomaban los ingredientes, a la nigredo.
Es la reducción de las sustancias a la materia prima, a la masa confusa1 ,- la masa fluida, informe, que corresponde —en el nivel cosmológico— a la situación primordial, al caos.

La reintegración del Caos.
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La muerte
La muerte representa la regresión a lo amorfo, la reintegración del Caos. De aquí que el simbolismo acuático tenga un papel tan importante.
Una de las máximas de los alquimistas era:
«No efectúes ninguna operación antes de que todo haya sido reducido al Agua.» 2
En el terreno operacional, este proceso corresponde a la disolución del oro en el agua regia. Kirchweger, presunto autor de la Áurea Caleña Homeri (1723) —obra que, dicho sea de paso, ejerció una notable influencia sobre el joven Goethe—, escribe:
«Es seguro y cierto que la Naturaleza entera era Agua en el comienzo; que todas las cosas han nacido por el Agua y por el Agua deben ser destruidas.»3
La regresión alquímica al estado fluido de la materia corresponde en las cosmologías al estado caótico, primordial, y en los rituales de iniciación, a la «muerte» del místico.
Situándose en diferentes perspectivas, C. G. Jung y J. Evola comentan con acertada pertinencia el simbolismo de la Muerte de iniciación según se desprende de la nigredo, putrefactio, disolutio I4.
Conviene añadir que . . la disolución y la reintegración del caos es una operación que, sea cual fuere su contexto, presenta por lo menos dos dignificaciones solidarias: cosmológica y de iniciación. T
oda «muerte» es al propio tiempo una reintegración de la Noche cósmica, del Caos precosmológico; en múltiples niveles, las tinieblas expresan siempre la disolución de las Formas, el retorno al estado seminal de la existencia.
Toda «creación», toda aparición de las Formas o, en otro contexto, todo acceso a un nivel’trascendente se expresa con un símbolo cosmológico.
La cosmogonía
Ya lo hemos repetido en muchas ocasiones: un nacimiento, una construcción, una creación de orden espiritual, tienen siempre el mismo modelo ejemplar:, la cosmogonía.
Así se explica la aparición en culturas tan diferentes del mito cosmogónico, no sólo el día de Año Nuevo (cuando el mundo vuelve a ser creado simbólicamente) o con motivo de la entronización de un rey, de un matrimonio, de una guerra, etc., sino también cuando hay que salvar una cosecha amenazada o curar una enfermedad.
El sentido profundo de todos estos rituales nos parece claro; para hacer bien una cosa o rehacer una integridad vital amenazada por la enfermedad hay que volver primero ad originem y luego repetir la cosmogonía 15.
La muerte de iniciación y las tinieblas místicas tienen así una valencia cosmológica: se reintegra el estado primario, el estado germinal de la materia, v la «resurrección» correspende a la creación cósmica.
Para utilizar la terminología moderna, la muerte de iniciación disuelve la Creación y la Historia, libera de todos los fracasos v «pecados»; en fin de cuentas, del desgaste inseparable de la condición humana.
.Su participación en las fases de la opus es tal que, por ejemplo, la nigredo le procura experiencias análogas a las del neófito en las ceremonias de iniciación cuando se siente «engullido» en el vientre del monstruo.
Los Maestres iniciadores
Asimismo, «enterrado», o simbólicamente «muerto» por las Máscaras y los Maestres iniciadores. corresponde verosímilmente, en el terreno espiritual, a una «resurrección» que se traduce por la apropiación de ciertos estados de conciencia inaccesibles a la condición profana (en el nivel operativo, éste es el fenómeno de la «coagulación», consecutivo a la putrefactio inicial).
Probablemente se trata de un «lenguaje secreto», como el que encontramos tanto en los chamanes de las sociedades arcaicas.
También en los místicos de las religiones históricas, «lenguaje secreto», que es a la vez expresión de los sentimientos intransmisibles de otra forma a través del lenguaje cotidiano y comunicación críptica del sentido oculto de los símbolos33.
Por el mismo hecho de que manifiestan lo sagrado, cambian el régimen ontológico de los objetos: una piedra, un árbol o una fuente, desde el momento en que adquieren un carácter sagrado, se hacen inestimables a los ojos de los que participan en esta experiencia religiosa.
En cuanto a las crisis del mundo moderno, hay que tener en cuenta que este mundo inaugura un tipo absolutamente nuevo de civilización.
Es imposible prever su futuro desarrollo.
Pero resulta útil recordar que la única revolución que puede comparársele en el pasado de la humanidad, el descubrimiento de la agricultura, provocó trastornos y síncopes espirituales cuya gravedad apenas nos es dado imaginar.
Un mundo venerable, el de los cazadores nómadas, se perdía con sus religiones, sus mitologías, sus concepciones morales.
La agricultura
Fueron precisos milenios para extinguir definitivamente las lamentaciones de los representantes del «viejo mundo», condenado a muerte por la agricultura.
Debe igualmente suponerse que la profunda crisis espiritual provocada por la decisión adoptada por el hombre de detemerse y vincularse a la gleba, necesitó siglos para integrarse por completo.
No somos capaces de darnos cuenta de la «transvaloración de todos los valores», ocasionada por el paso del nomadismo a la existencia sedentaria, ni siquiera imaginar sus repercusiones psicológicas y espirituales.
Ahora bien: los descubrimientos técnicos del mundo moderno, su dominio del Tiempo y del Espacio, representan una revolución de proporciones análogas, y cuyas consecuencias estamos aún lejos de haber integrado.
La desacralización del trabajo, sobre todo, constituye una llaga abierta en el cuerpo de las sociedades modernas.
No podemos estar seguros, sin embargo, de que no se produzca una re-sacraíización.
Crisis espiritual
Nuestro propósito era solamente mostrar que la crisis espiritual del mundo moderno tiene también entre sus premisas lejanas los sueños demiúrgicos de los herreros, los metalúrgicos y los alquimistas.
Es bueno que la consciencia historiográfica del hombre occidental se descubra solidaria de los actos e ideales de sus antecesores lejanos, incluso si el hombre moderno, heredero de todos estos mitos y todos estos sueños, sólo ha conseguido realizarlos desolidarizándose de sus significados originales.
Forgerons et alchimistes 1974 1956 Flammarion, París, 1956
El País Dogón tiene una herencia notable por la cantidad y variedad de sus restos de hierro, proporcionando un contexto favorable para analizar la formación de las castas de herreros y la organización de la industria del hierro.
El uso generalizado del hierro ha tenido un gran impacto en la organización de las empresas y en la gestión del territorio.
Para reconstruir la historia de la industria siderúrgica en el país Dogon, se desarrolló un enfoque extenso y diacrónico, basado en el análisis de las tradiciones orales y los restos arqueológicos recogidos durante la prospección y excavación.
Minas y minerales
El lecho de roca geológico de la meseta de Dogon consiste en areniscas de cuarzo paleozoico.
Durante el Eoceno, estas rocas sufrieron una fuerte alteración que resultó en la formación de una coraza laterítica.
Esta corteza ha sido desmantelada en gran medida por la erosión, pero quedan fragmentos dispersos.
Algunos niveles de esta laterita son ricos en óxidos e hidróxidos de hierro y han sido extraídos como mineral. Generalmente, se trata de capas profundas y los mineros han excavado pozos de 5 a 10 metros para alcanzarlos f1
En la base del acantilado de Bandiagara se encuentran sedimentos de arcilla del Paleozoico que también contienen niveles enriquecidos con hierro.
En varios puntos, fueron explotados por los pozos de la mina. el hierro está en forma de óxidos, que se mezclan con otros materiales varios (arena, arcilla, etc.).
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