
Como en toda sociedad, en esta del Reino Kongo y sus pueblos también, la vida se divide en ciclos concretos, el nacimiento, el paso a la edad adulta y la muerte; quedando a la interpretación, más visual que otra cosa, cómo se lleva a cabo el ritual pertinente.
Cada pueblo interpreta la transición de una a otra con idéntico sentimiento, aunque varíen visualmente por los medios que haya al alcance. En el de paso de la infancia a la edad adulta, concretando ya entre las gentes kongo, y con las diferencias que cada componente tiene, los preceptores utilizaban, digamos como pizarra o tablet, unas máscaras de apariencia severa que infundían respeto y autoridad para que se prestara atención a las distintas reglas que debía observar un adulto en la futura sociedad donde ese niño se quería integrar.
Era un período donde los maestros sabían de la vulnerabilidad de los pequeños y por ello conscientes de lo trascendente de su papel. Pero no olvidemos el orígen, con sus circunstancias y la región donde nos encontramos. Eso nos lleva a tener en cuenta, la enorme influencia que lo que ahora entendemos nosotros, los no africanos, como arte que para ellos era cultura, Cultura con mayúsculas y todo lo que con ella tiene que ver, cómo gobernarse, administrarse o relacionarse, y todo ello plasmado en sus ‘libros’, mayoritariamente de madera.
Campbell dice que:
“Las cosas se aceptan mientras podamos vivirlas”, que él mismo interpreta como que el paso a ese mundo mágico se puede teatralizar coincidiendo con Johan Huizinga, donde ambos comparten que:
“Para percibir la realidad, con seres de tan temprana edad, nada como el juego y la diversión”.
El Tshikumbi
El Tshikumbi es el nombre dado al ritual de paso femenino, el de la niña, a mujer. Aunque con origen en la actual zona angoleña de la Cabinda, que es una región rodeada por la República Democrática del Congo por el norte y este, la República del Congo por el oeste y el Atlántico al sur, se practicaba con el mismo nombre por los diversos pueblos del Reino Kongo, en él las niñas se preparaban para su vida como futuras esposas y madres durante este ritual de iniciación, el tshikumbi.

En la pubertad como generalidad, a las niñas se las sometía a este rito de paso siendo sacadas de la aldea para vivir recluidas y ser iniciadas e instruidas por una mujer mayor, eran importantes los tabúes sobre la alimentación, cómo potabilizar agua y cocinar sin riesgos, pero también a su comportamiento social, lo referente al sexo, y como ser buena esposa y madre, al final del cual se realizaban las escarificaciones que acreditaban su preparación.
En general pocas diferencias había dentro de la región en la que incluso en los reinos de Loango y Ngoyo y el resto de la zona sur hasta los dominios de Pointe Noire de los Vili, se llevaba a cabo de idéntica manera.
La iniciación
Especificando, la iniciación tenía su momento preciso, el llamado período tchikumbi. Las niñas andaban mucho tiempo antes ansiando que llegara ‘su momento’, este, pues sabían que sobre todo se trataba de que fueran momentos agradables y felices, en el que entre risas y cantos conocieran las verdades que no los ‘mitos’ relativos a la procreación y, sobre todo, a cómo vivir respetando las innumerables reglas o tchina, que debe observar cada individuo.
Para integrarse en este ritual, la niña debía haber alcanzado fisiológica y socialmente el estado de feminidad preciso para acceder a conocer sobre sexualidad y fertilidad y por tanto con una edad suficiente como para sin riesgo, contraer matrimonio. Tan pronto como su cuerpo experimentaba el primer síntoma como era su primera menstruación, a la joven se la llevaba a un lugar reservado del monte, acompañada siempre por mujeres que estaban avisadas de la proximidad de esta situación. Tras verificar que físicamente ya era mujer, estas mujeres la llevaban en volandas con gran algarabía difundiendo bulliciosamente la noticia, a la que se agregaban los hombres disparando salvas ante la buena noticia.
Las aclamaciones o youyous o las canciones alusivas como: “Tchikumbi Yébile ee, jeje ééé ka yébila ko! …” se desgranan por el barrio o pueblo a cada paso que da.
Al atardecer, la tchikumbi se encierra, igual sucedería con los muchachos, en una habitación con los amigos e incluso con algunos más jóvenes, con los que celebrará cantando, bailando y cómo no, a veces llorando el final de su infancia. La cena prevé pollo, pescado y yuca, ricamente cocinado por las mujeres.
Nkobe Bingu
En una caja que representa el habitáculo donde reside la divinidad protectora de la familia, Nkobe Bingu, se agradece lo recibido solicitando que continúe su protección. Tras esto, a la mañana siguiente comienza el proceso: dos o tres amigos, amigas, elegidos por el tchikumbi, aún núbiles, se integran en el día a día del tiempo de encierro participando de igual manera a aprender a comportarse, las canciones alusivas y las reglas a observar.
Estos amigos, como fieles auxiliares, deben estar todo momento con él, atendiéndole, cantando y bailando, y untándo cada día la preceptiva capa de túkula, a la que se añade tierra arcillosa.
Tienen que ayudarle a vestirse, y confortarle en los momentos en que la situación le supere, y sobre todo no permitir que transgreda ninguna prohibición.

La túkula
En la mañana prevista, una tutora, desenrollará una estera sobre la que se sentará frente a la cabaña, dirigiendo la primera clase de la iniciación. En este punto escuchada la tutora, se le aplican al o la iniciada nueve capas de túkula que deben dejarse consecutivamente secar. Seco el unte, se fricciona al iniciado para eliminar de su cuerpo, las impurezas que contenía la pintura, granos de arena, astillas o cualquier otro elemento que sobresalga, que a su vez dejará escozor en su cuerpo, porque ser honesto y limpio de espíritu, a veces es doloroso.
Limpio de cuerpo y mente, protegido por la conexión ancestral de la túkula, el tchikumbi se viste y adorna mostrando su nueva condición. Hombres pero sobre todos las mujeres deben observar las prohibiciones, tabúes realmente, sobre el sexo y determinados alimentos cuya transgresión afectaría negativamente a la comunidad.
Tallas phemba
Hemos visto cómo la mujer ha embellecido su cuerpo con escarificaciones y adornos que subrayan lo estético por un lado, pero que también trasmiten mensajes culturales específicos que renuevan al verlos el sentimiento que encierra en el corazón la sociedad kongo. A veces, también se extraían los dientes o se aguzaban por razones de belleza, como hemos podido ver en las bocas dulce y ligeramente abiertas de las tallas phemba.
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