
El fuego, fue fundamental, el primer gran ingrediente utilizado por el ser humano.
El calor que generaba, era como el recibido por el feto en el seno materno.
Calor de la madre que llegaba y alimentaba a través del cordón umbilical.
Partiendo de ahí y a la luz del sol, de ese eje, el ombligo, del que salía el vital y nutricio cordón, se genera la creación.
Desde entonces todo parte de un punto o eje generador.
Los Zuni
Los Zuni, subgrupo de los indios Pueblo americanos, por ejemplo, dicen que la humanidad emergió tras la hierogamia, o unión de Cielo y Tierra, de las cuatro cavernas matriz ctónicas, o del inframundo subterráneo.
Y que guiados por los Gemelos míticos, los humanos pasaron de una profunda matriz a otra situada más arriba hasta que llegaron a la superficie de la Tierra.
Este mito, es en sí un ejemplo explícito de la Tierra idealizada como madre, y la antropogonía o relato mítico de la creación del hombre, está presente en términos de ontogenia.
Caverna matriz ctónic
Formación del embrión y gestación, repitiendo el acto del nacimiento de la Humanidad, concebido como una emersión desde la más profunda caverna matriz ctónic.
Los ríos sagrados de Mesopotamia tenían su fuente, según se decía, en el órgano generador de la Gran Diosa. Cada manantial o fuente, por tanto, era tenido como vagina de la tierra. En babilonio el término ‘pü’ significa a la vez vagina y fuente de un río.
El sumerio ‘buru’ significa vagina y río.
El término babilonio ‘nagbu’, fuente, está emparentado con el hebreo ‘neqebá’, hembra.
En este mismo idioma la palabra ‘pozo’ se utilÍ2a también con el significado de mujer, esposa. El vocablo egipcio ‘bi’ significa útero al mismo tiempo que ‘galería de mina’.
Recordemos que las grutas y cavernas eran asimiladas también a la matriz de la Madre Tierra.
El papel ritual de las cavernas, probado en la prehistoria, podría interpretarse igualmente como un retorno místico al seno de la Madre, lo que explicaría tanto las sepulturas en las cavernas como los ritos de iniciación verificados en estos mismos lugares.
Minas
Quedémonos por el momento con esto: si las fuentes, las galerías de las minas y las cavernas son asimiladas a la vagina de la Madre Tierra, todo cuanto yace en su vientre está aún vivo, bien que en estado de gestación.
O dicho de otro modo: los minerales extraídos de las minas son, en cierto modo, embriones: crecen lentamente, con un ritmo temporal distinto al de los animales y vegetales, pero crecen, ‘maduran’ en las tinieblas telúricas.
Minerales
Su extracción del seno de la tierra es, por tanto, una operación practicada antes de término.
Si se les dejase tiempo para desarrollarse, los minerales se harían perfectos, serían metales ‘maduros’.
Lo que da una medida del compromiso de los mineros y metalúrgicos en el oscuro proceso del crecimiento mineral.
Tenían que justificar a todo trance su intervención, y, para hacerlo, pretenderían sustituir con procedimientos metalúrgicos la obra de la Naturaleza.
Al acelerar el proceso de crecimiento de los metales, el metalúrgico precipitaba el ritmo temporal: el ‘tempo geológico’ era cambiado por él por ‘tempo vital’.
Esta audaz concepción, según la cual el hombre asegura su plena responsabilidad ante la Naturaleza, deja entrever ya un presentimiento de la obra alquímica.
Por una razón análoga se dejaba reposar a los minerales después de un período de explotación activa.
La mina, matriz de la tierra, necesitaba tiempo para volver a engendrar.
Plinio
Plinio, Nat. Hist., XXXIV, 49, escribía que:
“Las minas de galena de España, renacían al cabo de cierto tiempo”. Estrabón, en ‘Geografía’, V, 2, habla de cosas similares y Barba, autor español del siglo XVII, dice a su vez: “Una mina agotada es capaz de rehacer sus yacimientos si se la tapona convenientemente y deja reposar por un período de diez a quince años. Porque, los que creen que los metales han sido creados desde el principio del tiempo se engañan groseramente: los metales ‘crecen’ en las minas”.
Me es difícil pensar, al contrario que otros, que el africano compartiera esta idea, y no creo tenga relación con el hecho de que ‘la obstrucción de las antiguas minas del Transvaal’ u otras, tenga que ver con eso.
Metalurgia y agricultura
Creer que la metalurgia y la agricultura, dependían por igual de la fecundidad de la Madre Tierra, dio al hombre confianza reforzando su orgullo, pues era el más indicado para colaborar en este propósito de la Naturaleza.
Sintiéndose directo contribuyente de los procesos de crecimiento que se gestaban en el seno de la tierra.
El hombre llega al punto de creerse capaz de modificar y acelerar el ritmo de estas ‘lentas maduraciones’; de alguna manera él marca el tiempo.
Lo que incita a un autor del siglo XVIII a escribir:
“Lo que la Naturaleza ha hecho hasta ahora podemos igualmente hacerlo nosotros, remontándonos al procedimiento que ella ha seguido. Lo que ella acaso siga haciendo con ayuda de siglos en sus soledades subterráneas, nosotros podemos hacer que lo concluya en un instante, ayudándola y poniéndola en mejores circunstancias. Del mismo modo que hacemos el pan, podemos hacer los metales. Sin nosotros la espiga no maduraría en los campos; el trigo sin nuestros molinos no se convertiría en harina, ni la harina en pan sin amasamiento y cocción. Acordemos, pues, con la Naturaleza la labor mineral, lo mismo que hemos hecho con la agrícola, y sus tesoros se abrirán para nosotros”.
autor del siglo XVIII
La alquimia
Bajo esta idea, la alquimia buscaba acelerar ese proceso de ‘maduración’ trasmutando cualquier mineral en oro.
Ese era el favor que con fervor los alquimistas pedían encontrar no tanto para hacerse ricos, sino por congraciarse con la naturaleza y tal vez con ellos mismos más que con sus semejantes, pues como eremitas, en realidad poco les importaban.
El alquimista de la Edad Media, adopta y perfecciona la obra de la Naturaleza, al mismo tiempo que trabaja para hacerse a sí mismo.
Si nada entorpece el proceso de gestación, todos los minerales se convierten con el paso del tiempo en oro.
Todos los minerales, dejados en reposo en sus matrices ctónicas o telúricas, las del inframundo, habrían acabado por convertirse en oro, siglos o milenios más tarde.
El alquimista
Así como el metalúrgico transforma un ‘embrión’ o mineral en metal, adelantando el proceso de crecimiento comenzado en la Madre Tierra, el alquimista sueña con acelerarlo coronándolo con la transmutación de todos los metales comunes en el más noble, el oro.
‘Summa Perfectionis’
Summa Perfectionis’
tratado alquímico del siglo XIV, puede leerse que: “Lo que la Naturaleza no puede perfeccionar más que en un largo espacio de tiempo, nosotros, con nuestro saber hacer, lo acabamos en breve lapso”.
La nobleza del oro es, por tanto, fruto de su madurez; los otros metales son comunes por estar ‘crudos’, no ‘maduros’.
Podría decirse que la finalidad última de la Naturaleza es el perfecto acabado del reino mineral, su ‘maduración’.
La transmutación natural de los metales, en oro, está inscrita en su propio destino, la perfección.
El Oro, per se, es portador de un simbolismo altamente espiritual; los textos indios dicen:
“El oro, representa la inmortalidad”.
textos indios
Obreros musulmanes
Los obreros musulmanes deben guardarse muy bien de dejar entrever su religión por signos externos u oraciones.
obreros musulmanes
“Se supone que el oro está bajo la jurisdicción y en posesión de un ‘dewa’ o dios, y su búsqueda es, por consiguiente, impía, y así los mineros deben conciliarse con el dewa mediante plegarias y ofrendas, poniendo gran cuidado de no pronunciar el nombre de Alá ni practicar actos del culto islámico. Toda proclamación de la soberanía de Alá ofende al dewa, quien inmediatamente ‘oculta el oro o lo hace invisible’”.
Es por esto que los mineros deben efectuar rituales de ayuno, meditación, oración y culto, previo período estipulado de castidad, en función de la actividad que vayan a desarrollar.
El objetivo es acceder a la inviolable antesala de lo sagrado, sin perturbar la vida allí existente ni alterar los espíritus que la rigen, pues el contacto es con una sacralidad diferente a la de su universo religioso familiar, una sacralidad más profunda y aún más peligrosa.
Es por ello que expresan la sensación de adentrarse en un mundo ajeno, al que no pertenecen; donde se elaboran los misterios de maduración de los minerales, que aún pareciendo estáticos, saben que son en las entrañas de la Madre Tierra donde están y se llevan a cabo.
Los hornos
Es entonces cuando el herrero se encamina al proceso más aventurado y arduo.
Reemplazar a la Madre Tierra para acelerar y perfeccionar la ‘maduración’, el crecimiento.
Los hornos son, sin duda, la matriz ideal, una matriz creada en exclusiva para el mineral donde la gestación concluya en el mejor parto.
No son de extrañar las precauciones previas y los tabúes y rituales que se realizan durante la fusión.
Si el horno nunca está lejos de las minas, del mismo modo es mejor instalarse cerca.
Se crean campamentos consistentes pues saben de lo dilatado del proceso, meses en África, que suelen ir de mayo a noviembre, período en el que además deben mantenerse puros.
Walter Cline
Walter Cline, op. cit., 119, apunta que los fundidores Chewa de Zambia y Malawi observan la continencia más rigurosa durante todo este tiempo.
Los sudafricanos BaYeka no aceptan mujeres cerca de los hornos -ibíd., 120. Tampoco sus vecinos, los Bail que más rigurosos, viven aislados durante toda la temporada metalúrgica:
“El obrero que haya tenido sexo nocturno ha de ser purificado” –ibíd., 121.
los Bail
Metalurgia africana
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Los BaKitara Nyoro
Los mismos tabúes sexuales se encuentran entre los BaKitara Nyoro de la actual Uganda; si el fabricante de fuelles ha tenido relaciones sexuales durante su trabajo, los fuelles se llenarán constantemente de agua y rehusarán cumplir con su cometido.
Los Fang de Gabón se abstienen de toda relación sexual desde dos meses antes, y durante todo el tiempo que duran los trabajos de fusión. -ibíd., 125.
La creencia de que el acto sexual puede comprometer el buen éxito de los trabajos es común a todo el África negra.
Incluso algunos de los cánticos que se entonan en el trabajo aluden a los tabús sexuales.
W. Cline,
Según W. Cline, 121, los Bail cantan previamente: “Kon gwe, clítoris, y Malaba la negra, labios vaginales, me horrorizan. He visto a Kon gwe soplando el fuego. Kon gwe me horroriza. ¡Pasa lejos de mí, pasa lejos, tú, con quien he tenido relaciones repetidas, pasa lejos de mí!”.
Los Bakitara
Estas canciones pueden ser oscuros vestigios de elementos simbólicos nupciales.
El herrero de los Bakitara trata al yunque como si fuera una desposada.
Cuando los hombres lo transportan a casa cantan como en una procesión nupcial.
Al recibirlo, el herrero le asperge agua ‘para que tenga muchos hijos’ y dice a su mujer que ha traído a casa una segunda esposa. -Cline, p. 118.
Los Bail
Entre los Bail, mientras se construye un horno, un muchacho y una muchacha penetran en su interior y pisotean habas, el crepitar que producen simboliza el ruido del fuego
Los niños que han representado este papel deberán casarse más tarde. -ib’id., p. 120. Cuando se dispone de observaciones más precisas y elaboradas, se aprecia mejor el carácter ritual del trabajo metalúrgico en África.
R. P. Wyckaert, que ha estudiado de cerca los herreros de Tanganika, nos cuenta detalles significativos.
Antes de ir al campamento el maestro herrero invoca la protección de las divinidades:
“Vosotros, abuelos que nos habéis enseñado estos trabajos, precedednos para saber cómo debemos actuar. Tú, el misericordioso que habita no sabemos dónde, perdónanos. Tú, mi sol, mi luz, cuida de mí. Yo os doy a todos las gracias”.
maestro herrero

La víspera de la partida hacia los hornos todo el mundo debe guardar continencia.
Por la mañana, el maestro herrero saca su caja fetiche de ‘medicinas’ la reverencia y todos desfilan ante ella, se arrodillan, y con el dedo, el maestro les impregna en la frente con ceniza o tierra blanca.
Encabezados por el maestro, el grupo se encamina hacia los hornos, un niño lleva la caja de ‘medicinas’ y otro un par de pollos.
El ritual
Una vez en el lugar, se inicia el ritual depositando las medicinas en el horno y se da paso al sacrificio.
Cada niño lleva un pollo que inmolan a la vez ante el maestro herrero, vertiendo la sangre sobre el fuego, el mineral y el carbón.
Luego, uno de ellos entra en el hogar, mientras que el otro se queda en el exterior; ambos continúan las aspersiones dirigiéndose a la divinidad, diciendo varias veces:
maestro herrero,
“¡Enciende tú mismo el fuego y que arda bien!”. -op. cit., p. 375.
Según las indicaciones del jefe, el niño que se encuentra en el interior del horno coloca las medicinas en la zanja que se ha excavado en el fondo del hogar, deposita allí también las cabezas de los dos pollos y lo recubre todo con tierra.
A la forja también se la honra sacrificando un gallo.
El herrero entra en el interior, inmola el gallo y esparce su sangre sobre la piedra yunque, diciendo:
El herrero
“Que esta fragua no estropee mi hierro. ¡Que me dé riqueza y fortuna!”. -ibíd., p. 378.
Sacrificio de sustitución
La explicación del ceremonial, el papel de los dos niños y el sacrificio a los hornos, con las cabezas de los pollos enterradas a los pies del hogar, parecen testimoniar un sacrificio de sustitución.
El herrero, último vestigio de aquellos sacrificios humanos que requería la divinidad para el buen fin del proceso metalúrgico, también en África.
Los Chewa
Entre los Chewa de la antigua Nyasalandia, ahora Malawi, el que quiere construir un horno se dirige a un mago, nganga.
Este prepara ‘medicinas’, las mete en una mazorca de maíz e induce a un niño para que la arroje sobre una mujer encinta, lo que provocará el aborto a la mujer.
El mago busca y recoge el feto y lo quema, junto con otras ‘medicinas’, en un lugar preciso donde se ha excavado un agujero.
Es encima de este agujero que se construye el horno.
Los Tonga
Los Tonga de Zambia tienen la costumbre de arrojar en los hornos una parte de la placenta para garantizar la fusión del metal.
Dejando momentáneamente aparte el simbolismo del aborto, estos ejemplos africanos representan una forma intermedia entre el sacrificio humano concreto o simbólico, con uñas y cabellos.
Y el sacrificio de sustitución, como el sacrificio de los pollos entre los herreros de Tanganika, citado antes.
Cline, op. cit., página 12, nos dice:
“La idea de relaciones míticas entre el cuerpo humano y los minerales aflora igualmente en otras costumbres.
Cline,
Los Mandingo
Los Mandingo de Senegambia, tras un accidental derrabe con algún muerto, abandonan la mina de oro durante varios años: calculan que el cuerpo, al descomponerse, dará paso a un nuevo y rico yacimiento aurífero”.
Estos mitos, ritos y costumbres suponen un tema mítico original que los precede y justifica: los metales proceden del cuerpo de un dios o de un ser sobrenatural inmolado.
Basta con pensar en los herreros africanos para advertir hasta qué punto está la obra metalúrgica inmersa en una atmósfera sagrada.
Incluso se observa cierto paralelismo africano con el texto mesopotámico que antes vimos.
Los herreros Ushi
Los herreros Ushi, subgrupo Bemba de Zambia, sacrifican pollos en los hornos; los BaKitara inmolan un carnero y una gallina sobre el yunque. -Cline, op. cit., p. 118. La costumbre de colocar ‘medicinas’ en los hornos está muy extendida. -ibíd., p. 125.
Las libaciones de cerveza son asimismo practicadas: entre los Bail, el primer ritual que se verifica en la fusión consiste en verter cerveza mezclada con ‘medicinas’ en los cuatro hoyos excavados bajo el horno. -ibíd., p. 120.
Horno en Malí

[…] Un herrero de novena generación accede a medios sobrenaturales, sobreponiéndose a los espíritus, y por ello puede forjar los tintineantes objetos de hierro que adornan el traje del chamán, cuyo ruido ahuyenta a los espíritus. […]