
el festival de Gwandusu
En el festival de Gwandusu, estas maternales figuras, sacadas de las cabañas santuario o de los altares de los compuestos familiares, y por lo general junto a las de las otras familias componentes del clan, se habrían preparado limpiándolas y enriqueciendo la madera con aceite de nueces de kola o manteca de karité.
Tras lo que habrían sido revestidas con collares de cuentas, telas tejidas para la ocasión, aros o pulseras de metal y tal vez algún objeto como pequeños cuernos o colmillos de facóquero y en ocasiones con los típicos sombreros Bamana cargados de amuletos, colocados sobre los tallados en la propia figura.


No hay variables en cuanto a la representación de estas Gwandusu, todas se presentan sentadas lo que es indicativo de gran estatus en la sociedad Bamana. Del mismo modo, la posición del niño entre los brazos de la madre, alude a la importancia de una madre en la vida de sus hijos. Curiosamente en la estatuaria Bamana, y en la africana en general, siempre es la madre quien sujeta al niño, nunca el padre u otra figura de varón.
Las figuras Gwandusu
Las figuras Gwandusu muestran un torso longilíneo, lo que a la hora de armonizarse con el resto del cuerpo, le da un carácter mayestático al conjunto sin perder el carácter amable y cercano. Sus senos están repletos lo que hace que se descuelguen sobre el pecho facilitando al niño su acceso, al que siempre mira abstrayéndose de lo demás.
Y curiosamente y en estas piezas concretamente, el niño muestra que está vivo y es robusto mamando y agarrando fuertemente el pecho izquierdo de su madre. Recordando que para los africanos, la derecha es la parte material y mecánica del ser humano, por lo que se quiere es que su parte espiritual, la del lado izquierdo, la que encierra la inteligencia el pensamiento emociones y sentimientos, esté bien alimentada para que el niño sea sensato, consecuente y útil para su sociedad.
Esto quiere decir que algunas maternidades, aunque parezcan similares a estas, pero cuyos niños están yacentes bajo el pecho derecho de la madre sin sujetarlo, por lo general suelen mostrar el dolor del pueblo por los niños muertos o alguna petición que lo prevenga.


c: Gwandusu maternidad utilizada por las muchachas adscritas a la hermandad Bamana del Jo | : Figuras de mujer que junto a una figura de Gwantigi el padre del Gwan, y otras, hasta seis o siete también femeninas, formarían el conjunto ritual del Fè mògòw. Piezas y fotos de la colección del Metropolitan Museum of African Art |
Jo y Gwan
Las figuras eran utilizadas por los adscritos a Jo y Gwan exhibidas en grupos de seis o siete, entre las que se encontraba una maternidad, Gwandusu, a la que según el pueblo se podía llamar también JoMooni o JoNogoni, Ridila o Baninko, y una figura masculina, Gwantigi, a las que rodeaban otras, en su mayoría femeninas, conformando el Fè mògòw.
Tales conjuntos eran emblemas y recordatorios de ideales de cómo la sociedad, los hombres y mujeres entre sí y el individuo con respecto al mundo que le rodea se debían comportar.
“Las figuras Bamana representando hombres y mujeres notables, se popularizan entre las colecciones europeas o norteamericanas tras la segunda guerra mundial en la década de los 50 del siglo XX, en que a estas figuras femeninas se las denomina ‘reinas’ pues es lo que se creía eran, en contraposición a las de los ‘reyes’.
Alguno de los grandes etnógrafos llegó a conseguir alrededor de 500 según el mismo afirmó. Sean unas u otras casi todas provenían de aldeas cercanas a Dioïla y Bougouni en la región del río Baoule antes de que este se uniera al Bagoe y desembocara en el Bami, un afluente del río Níger, pero de ninguna de ellas llegó documentación”.
Kate Ezra
Kate Ezra recopiló toda esta información que incluyó en su magistral catálogo ‘A Human Ideal in African Art. Bamana Figurative Sculpture’. Nueva York, 1986, en la que registra que:
“…en una de esas aldeas recordaban que algunas de las estatuas habían sido talladas por una escultora llamada Soriba, pero cuando la gente fue interrogada en 1978 solo pudieron responder que fue ‘antes de que nacieran’ ”, p.38.
Cada varón Bamana siendo miembro de cualquiera de las hermandades que hemos visto, y en función de su grupo de edad, ya era participe de hecho y con el derecho de voz y opinión, en la vida religiosa, económica y política de la comunidad y considerado por ello ‘cumplidor de su destino’.
Pues con esa dedicación, “se decía que podían vencer a la muerte y llegar a parecerse a Dios”, y entendiendo lo complejo que debía ser traducir su idioma tan desconocido como el chiricahua, por ejemplo, esto fue lo que se tradujo y entendió literalmente en los albores del siglo XIX, y bien entrado el XX, un nuevo testimonio o explicación se divulgó así:
“El fiel Bamana cumplidor de los requisitos que la sociedad demanda, no está destinado a disfrutar de la presencia de Dios eternamente: su destino es reencarnarse continuamente para poder regresar a su clan. Su contacto post mortem con Dios es como un breve y gentil ‘toque’; no estará unido permanentemente al creador hasta que todas las reencarnaciones del clan se hayan producido”.
Uso de las figuras Bamana
Como cualquier cultura, los Bamana utilizaban figuras que recordaran lo fútil de la soberbia y de la posición que se ocupaba o podía ocupar en la sociedad, por lo que se pueden encontrar figuras que representan a los que ejercen el poder y otras a los que se someten a él, incluso como esclavos que antes fueron reyes.
No solo se ensalzaba en canciones a los héroes Mande, también en figuras que representaban valor o destreza física o también por el control de la magia y conocimiento sobre cómo actuar y qué objetos utilizar.
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