
“Los sacrificios que realizan Bamana, Minianka o Korogo entre otras gentes de Malí guardan una secuencia ritualizada de dones llamada Kara, que siempre va precedida de una ofrenda de agua pura y mijo e incluso cenizas, a lo que sigue la inmolación de un animal doméstico, como ‘actor principal’ de un rito de naturaleza mágica, durante el que circulan fuerzas vitales, Nyama, trasmitidas por sangre”.
“El sacerdote de Nya, manipula las fuerzas cósmicas a través de un riguroso sistema de signos gráficos. Inscritos en una tabla, están directamente relacionados con los objetos religiosos, los Yapɛrɛ, regados con la sangre de perros.El objetivo cósmico del sacrifico caracteriza tanto al de los Dogón como al de los Minianka, pero no implica necesariamente matar una deidad o antepasado primordial.Cualquier sacrificio, Padipienli o Padita, genera un ‘grafismo’; pero esta vez son signos grabados en una calabaza y corresponden a los animales enumerados en la oración previamente. El animal interviene así de tres maneras complementarias: como carne y hueso, como algo hablado y como algo inscrito”.
El culto de los Nya
“La elección simbólica y la calificación de las especies a utilizar, merecen la máxima atención. Basta, para darse cuenta de esto, comparar cómo se cataloga al perro entre ‘diversos grupos’. Excluido del sacrificio por los sacerdotes, es utilizado solo por hechiceros, especialmente porque no es un rasgo de riqueza ni fuente de ganancias, siendo así el perro el animal sacrificial por excelencia en el culto de los Nya«.
Ph. Jaspers relata un mito, aclarando la posición de este animal:
“Los secretos del Nya estaban en poder de los seres del bosque, descendientes primigenios. Durante un viaje de caza, el perro mató a una de estas criaturas míticas y entregó sus objetos de culto a los hombres. Tras lo que murió en el acto”.
Dando la siguiente explicación:
“Es precisamente esta inexplicable muerte, la que de manera intensa se repite en cada sacrificio, constante y cuantiosamente. El sacrificio implicó primero la muerte de genios del bosque, intermediarios entre Dios y las gentes de la aldea, luego la del perro que, integrado tanto en la naturaleza ‘lo salvaje’ como con el humano ‘lo culto’, aparece como un mediador privilegiado entre ambos espectros.
El sacrificio anual del perro
El violento ciclo en el que se basa esta transmisión de las fuentes mismas de la vida, no se detiene ahí, ya que establecer el culto a los Nya en cada nueva aldea, conduce en más o menos largo plazo a la muerte de quien se apropió del poder. Al final de este proceso, el sacrificio anual del perro, reclamado por el Nya, adquiere todo su significado: es el sustituto paliador de la matanza de seres míticos o reales, una condición imprescindible para que se ubique y muestre el Nya en el mundo de los humanos.
El sacrificio del perro deviene en deuda perpetua, como si esa vida mítica cuyo abrupto final propició el animal, tuviera que ser compensada a través de la gravosa cesión primero del ser y luego del tener.
Perro y humano, el iniciador del culto, están condenados a una vida efímera; de alguna manera es auto inmolarse, porque el Nya fue arrebatado a sus verdaderos dueños, aquellos sucesores primigenios caídos, amantes del bosque, al precio de ser asesinados.
Y es aquí donde se hace patente el impacto económico”. Jonckers comenta que:
“La mayoría de los cultos anuales requieren del sacrifico de entre diez a treinta perros e incontables pollos. Lo que requiere de trabajos extras para hacerle frente, pues perros y pollos se adquieren en el mercado”.
El Cucumis prophetarum
Curiosamente, establecen la posibilidad de que quien no tenga medios para tales sacrificios sustituya la carne por un fruto silvestre, el Cucumis prophetarum o Crowford:
“En caso de indigencia, esta especie de pepino cubierto con nudos puede ser ‘sacrificado’, en lugar de un animal”.
Evans Pritchard desafortunadamente no aporta ningún dato de porqué esta planta es el único representante del mundo vegetal, silvestre o cultivado, que posee el privilegio de ‘representar’ la carne sacrificial, pero sí nos dice:
“Debe observarse, sin embargo, que el kwol o kwol yang, ‘pepino de la vaca’, invade los campos. La asociación simbólica privilegiada con el ganado se confirma cuando examinamos el rito sacrificial del cual el ‘pepino’ es el objeto.
Con una daga se corta en dos partes, la mitad izquierda, mala, se desecha, mientras que la parte derecha, la buena, se coloca en la paja del corral de ganado, en la entrada, después de que el oficiante se haya frotado el pecho y la frente con el jugo”.
El Nãko
Jonckers apunta:
“El Nãko, el altar de los cazadores, recibe, además de la sangre de animales domésticos, la de aquellos salvajes capturados vivos, como la hiena, el orycterope o cerdo hormiguero, la boa y el antílope”.
De Heusch 1971 se suma y dice:
“El pangolín, animal singular, simbólicamente cercano al mundo humano por su carácter monoparental, como inmerso en el mundo animal donde es un monstruo taxonómico, asegura la comunicación, necesaria y difícil, entre el pueblo y el bosque, donde los animales viven cerca de los espíritus”.
A esto se podría añadir que tienen consideración de sacrificio la fermentación del grano, muerto por la cocción, evocando la resurrección de la deidad reorganizadora, así como que la carne se consumiera salada o asada. Dando al hogar donde se cocinaba el estatus de ara cotidiana y centro sacrificial, por tanto espiritual, formando parte integral de la actuación sobre todo el universo.
Nya Tyɛrɛ saraka
“También hay un rito anti brujería nocturno, durante el cual Orión exalta en el cielo el poder de los Nya. Le llaman Nya Tyɛrɛ saraka, ‘ofrenda de huevo de gallina a los Nya’; este rito tiene la función de proteger a la comunidad contra las malas artes de hechiceros. Los oficiantes deben depositar frente al santuario de Nya un huevo de gallina en un pequeño recipiente con agua y esperar a que Orión desaparezca por el oeste. Afirman que la caída de la constelación aporta intenso calor al Nya.
El huevo hierve instantáneamente siendo consumido por los oficiantes. Los especialistas afirman que el Yapɛrɛde Orión cooperó con el Nya para que burbujeara el huevo en el momento en que Orión penetró en la Tierra, alrededor de las cuatro de la mañana”. Según los iniciados, el huevo ofrecido a los Nya representa el huevo cósmico inicial del que surgieron los ‘primeros antepasados’.
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