
Varias excepcionales manos o talleres, son identificables, según los expertos, entre las obras en marfil realizadas por artesanos provenientes del Loango. Algunos hablan de más de una docena.
A | B | C |
Marfil Kongo de Loango
a y c: Observamos estos dos cetros, con una iconografía similar en el personaje del rey. Son un importante emblema, donde se refuerza la autoridad del rey que lo ostenta como atributo y símbolo de su posición.
Se ve en ambos al jefe sentado, sosteniendo el cetro con la mano izquierda, que le reconoce como jefe y que representa su tesón y dedicación a los suyos, un cuerno de ‘syncerus caffer’ o búfalo cafre, que hueco, guarda la espiritualidad del jefe a la que a su vez se protege taponando el cuerno con una argamasa de tierra y la sabia exprimida de la raíz de la misma planta que sujeta con la mano derecha.
Y de la que masca su raíz, la de la munkwisa en kikongo o ‘custus lucanusianus’; planta que representa la fuerza vital del jefe, reforzando su liderazgo como jefe del clan y proclamando su virilidad y potencia fecundadora, que le vincula por tanto a su gente y a su vez se prolonga a la tierra que pisan en la que trabajan y donde viven.
Asimismo, el colgante de a y las ‘perlas africanas’ o cuentas de cristal que cuelgan de sus cuellos y rodean sus cinturas, aún enfatizan más si cabe el estatus, mostrando su facilidad de acceso a bienes comerciales valiosos.
Tal vez dos cosas nos dicen, sin poder discernir, quien es cada uno, los tocados, que obviamente hablan de clanes y pueblos concretos y el prisionero que figura en a y que debía de ser un enemigo importante cuya sola imagen reforzaría considerablemente su prestigio.
La talla del marfil de la rivera del Loango
b: Es claro que un maestro de la talla del marfil de la rivera del Loango esculpió esta obra, que fue hecha para un importante personaje occidental posiblemente representándole en la parte de arriba. Se distingue la hábil mano de un escultor kongo, sin identificarlo, por los impecables detalles corporales, y la expresividad de las figuras, fijando la atención sobre la musculatura y los dramáticos gestos ante la agresión y consiguiente angustia.
Las imágenes de esta pieza, una caja destinada tal vez a guardar alguna medicina, y no tabaco o especias, muestran tratos y acuerdos entre comerciantes de distintos países, posiblemente marino inglés el del fusil y pantalón a cuadros; tal vez portugués el que le está ofreciendo lo que parece un ave, y tal vez francés el que lleva las llaves, dicho todo simplemente por los sombreros y sin mayor idea.
Pero la elaboración y percepción del detalle en espacio tan mínimo, sí nos da idea de cómo estos escultores fueron capaces de representar todo esto fidedignamente, como producto de una observación minuciosa.
Como en una serie fotográfica, vemos como esos comerciantes se dan la mano cerrando un acuerdo, fuman en pipa o encienden un cigarro.
Pero curiosamente, en la parte de abajo, delimitada en un espacio idéntico a la superior, observamos una escalofriante escena de la captura de un africano, por africanos, sin duda, destinado a la esclavitud o a trabajos forzados. Pieza exhibida en el Museo Du Quai Branly.
Arte kongo
Retomando el momento en que los portugueses se retiran, aunque nunca del todo, a mediados del siglo XVIII, el reino entra en conflictos continuos. Es a partir de ahí que resurge lo mejor del arte kongo, centrándose, de nuevo, en esculturas de su religión tradicional.
Aunque no son pocos los expertos que afirman que se mantuvo una impronta renacentista, a la que indudablemente contribuyeron las herramientas que habían aportado los artesanos portugueses así como su técnica, si no en las facciones sí en la temática, donde empiezan a ser profusas las maternidades, phemba, que tenían un origen de culto a la fecundidad, pero que parecen remedos de las imágenes de las Vírgenes portuguesas; y los típicos fetiches n’kisi, cuyos toscos cuerpos erizados de clavos y pinchos se suavizan al interpretar las caras, acaso reflejando la profunda impresión que dejaron en los indígenas las imágenes de mártires como San Sebastián.
Las ntadi figura funeraria de piedra
Pero acaso el tipo escultórico más peculiar de los kongo, y el más difícil de encuadrar cronológica e interpretativamente, son las ntadi o tumba, derivación clara del mismo vocablo portugués: se trata de una figura funeraria de piedra, que representa a menudo un hombre sentado, y en la que destaca la imaginación al plasmar la dedicación u oficio del representado; sorprende la curiosa estética de lo asimétrico del conjunto, y las caras, que trasmiten una plácida sensación.

Ntadi |
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Ntadis. Colección jj andreu |
Ntadi, nombra a un tipo especifico de piedra, la esteatita, una especie de piedra jabonosa, el nombre pues no se refiere al tipo de talla o utilidad, sino al material con que están hechas, de ahí que asimilasen como más preciso el término tumba.
En mi opinión, por los datos e informaciones que he podido recopilar, creo que estas figuras se comenzaron a hacer en este material, tras el paso de los europeos con los que compartían, aunque no del mismo modo, su creencia en la reencarnación.
Creencia en la reencarnación
Se sabe que entre el fallecimiento y la posterior reencarnación pasaban algo así como seis años, el tiempo que sabemos ahora coincide con la descomposición total de un cadáver en la franja ecuatorial, siendo aceptado por la psicología, que a su vez es el tiempo que dura anímicamente el duelo.
Cada año durante esos seis, los cadáveres, de prácticamente todo África, se desenterraban y se les hacia una lúdica fiesta, agradeciéndoles la protección que habían brindado a sus deudos, y si no fuera así solicitando que lo hiciera el próximo año. Algo similar a nuestra fiesta de los Fieles Difuntos.
Ahora bien, ¿cómo reconocerían donde estaba el cadáver, para poder desenterrar el que se pretende y no otro? Pues obviamente del mismo modo que nosotros, colocando encima una estela funeraria. Eso es una Ntadi.
¿Por qué de esteatita?
Y, ¿por qué de esteatita?, pues por pura lógica. Porque abunda, es fácil de trabajar, igual que la madera, pero no se pudre como esta. Dura seis veces seis años a la intemperie sin problemas.
Ahora vemos ntadi o tumba, con figuras representando actitudes modernas, con maquinas de coser e incluso transistores; las antiguas representan a mujeres con sus niños mamando u hombres con su distintivo jerárquico, mpu, en actitud pensativa. Lo que hace preguntarnos no solamente por qué, sino cuándo se hacían.
Sigo con mi opinión, en que entendiendo bien qué significa para ellos la reencarnación, estas figuras se hacían en vida y en el momento preciso en que se tenían los niños, se alzaba el individuo con dicha jerarquía, o él o la emprendedora acababa de comprarse la máquina de coser. Era un refrendo y recordatorio de tan importante día y posteriormente servía para reconocer dónde se le había enterrado a su fallecimiento.
El estuario del Congo
Las más antiguas de estas piedras, dice una investigación fundamentada, que se remontan a entre 1850 y 1930, aunque el primer etnólogo que las recolectó, Robert Verly en 1950, mantuvo que provenían de tradiciones centenarias.
Este período coincidió con el desarrollo de un comercio floreciente en el estuario del Congo, que enriqueció, posibilitando el retratarse, a los jefes con todos sus aditamentos, el mpu, bonete con cuatro dientes de leopardo, el collar de cuentas y el brazalete nlunga que identificaban su jerarquía, o a comerciantes africanos que habían conseguido prevalencia y disfrutaban de gran estatus gracias a los intercambios de diversos productos europeos a cambio de aceite o nueces de palma y marfil, amén de algún esclavo aunque ya estaba mal visto.
Les gustaba hacerse pasar por autoritarios dueños de esclavos, pero también como ‘hombres de su tiempo’, término muy utilizado en Angola, que querían demostrar sus nuevas habilidades, como que sabían leer y que estaban al día.
La escultura
Parece que había dos canteras de donde extraer la materia prima para estas estatuas. La piedra se cortaba y tal vez devastaba in situ, y así el bloque, reducido, se llevaba más cómodamente al taller. Los que han accedido a estudiar numerosas de estas tallas y analizado los estilos, presumen que hubo hasta cerca de una veintena de talleres activos a la vez. La escultura se tallaba con una azuela y un cuchillo, mismas herramientas que en la de madera, lo que reafirma la idea de que eran el mismo grupo de artesanos.
La competencia entre talleres llevó a especializarse y renovar los temas, de manera que los escultores supieron adaptarse a las demandas de sus clientes. Desde los más estrambóticos, como los modernos del transistor, motocicleta u ordenador, a los más antiguos y demandados, que incluían representaciones del ‘pensador’, que solían hacer alusión a gobernantes Boma o Bambona, uno de los muchos pueblos que constituyen la cultura kongo, o las maternidades ya comentadas que en el caso de la que se ve en la foto de más arriba, y tan sólo por el gorro que parece frigio, algunos dicen es la representación figurativa de Dona Beatriz Kimpa Vita, figurativa porque que yo sepa no tuvo hijos aunque sí adeptos.
La creencia Kongo
Según la creencia Kongo, los cementerios son lugares para la confluencia entre vivos y muertos, y al enterrar a un difunto sus objetos personales se colocaban en la tumba de la manera como le gustaba evocando su memoria y facilitando así la comunicación con él.
Era en estos sitios concretos de enterramiento, donde a los individuos especialmente respetados se les depositaban encima estos retratos idealizados que llamaban bitumba, en singular tumba, tallados originalmente en madera y posteriormente en piedra.
El refinamiento de estas esculturas reflejaba el inmenso respeto otorgado a los individuos que representaban, mientras que su durabilidad les permitió ser admirados durante generaciones.
La figura masculina de la foto, como todas las conocidas, ilustra las virtudes duales tanto físicas como mentales, tan celebradas dentro de la cultura Kongo. La virilidad y fortaleza, la cara carnosa pero tersa y la parte superior del cuerpo son las de un individuo bien formado y sano, mientras que la postura de las piernas, llamada funda nkata, se asocia con líderes reflexivos que ponen el pensamiento por encima de la acción.
El mpu o bonete real
En su cabeza, el mpu o bonete real, resaltado con cuatro garras de leopardo no solo asocia al gobernante con la fuerza y la astucia de este animal salvaje, sino que también evoca los cuatro puntos cardinales de la cosmología de los Kongo. Al llevar esencialmente así el mundo en miniatura, indica su comprensión de la cosmovisión Kongo y su lugar dentro de ella.
La cabeza inclinada y los ojos bajos sugieren introspección o reflexión, y de hecho recostar la cabeza en la mano es un signo de duelo entre los Kongo. En este contexto, el gesto se puede leer como:
Kyaadi ya bantu yina me bikana. ‘Esta es la figura sentada de alguien a quien se merece recordar’.
Simplemente para ellos, Tumba. No se intentaba por lo tanto, hacer retratos fidedignos, sino reflejos de cómo los retratados querían ser recordados.
Estela tumba, maternidad o phemba, de esteatita o ntadi, en la posición de piernas funda nkata y con la cabeza vuelta aludiendo a la introspección | Estela tumba, maternidad o phemba, de madera y muy antigua, en la posición de funda nkata |
Coincido con muchos estudiosos, en que hay un cierto aire oriental en estas piezas, como cierta serenidad y delicadeza de gesto. Tal es el caso igualmente de muchas máscaras de las que comercializaban los vecinos mpongwe y que tanto critican por ello los expertos, tal vez la cercanía a la costa tenga algo que ver.
Lo difícil es saber si hay en estas piezas influencia europea: si las más antiguas son de época portuguesa, podría decirse que sí; pero si son posteriores, cercanas o posteriores al siglo XVIII, nos hallaríamos ante creaciones únicas, realizadas según sus gustos, por este pueblo tan polifacético como culto.
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