
Ya hemos hablado del buen hacer de los metalistas kongo, cómo los de toda África, y la calidad de sus obras fundidas a la cera perdida, como vemos en todos los trabajos pero sobre todo en esa bella pieza, tal vez la más antigua, del ‘soldado portugués’ en el Loango, del siglo XVI, depositada en el Museo del Quai Branly.
Obras fundidas a la cera perdida
mvuala o cetro, de marfil, y espantamoscas de madera |
Eran también reconocidos los cetros con figuras genuflexas en señal de sumisión, o como vemos en el espantamoscas, con la mujer atada con las manos en la espalda, como hemos explicado antes, bien por haber cometido adulterio o por haber sido la mujer de un rey o jefe vencido.

En esta trompa u oliphante tallada de una pieza en el colmillo de un elefante, vemos los engarces de dónde colgar la cuerda y la boquilla de insuflar el aire, calculada a una altura donde el sonido sea el deseado y previo el vaciado del marfíl macizo; es sin duda un trabajo de una técnica y refinamiento que para nada tiene que envidiar a cualquier trabajo de los marfiles que en la misma época podían verse en oriente o Europa como las del fastuoso Justus Glesker. Pensando además que en él y en lo que a simple vista parecen ornatos, se relata la ascendencia y casi vida del individuo o ente a quien iba dedicada.
El tool
Como curiosidad, apuntar que utilizaban cosméticos, como en cualquier otro lugar del mundo; el más empleado era el tool, que utilizaban no sólo para disimular arrugas o dar lustre a la piel, sino que también servía para teñir objetos de madera, marfil, hueso, etc., dando prestancia tanto a las personas como a dichos objetos.
Desafortunadamente, no hay mucho interés en nuestro país, comparativamente, sobre las culturas africanas. Y entre los interesados, algo a lo que se presta poco interés son los tejidos y si son los realizados en el Reino Kongo, menos.
De hecho son más conocidos los atribuidos, normalmente, a los kuba como los de shoowa, cuando la realidad es que en origen eran de los mbuti, pigmeos integrantes del grupo congo, que fueron los primeros en realizar una pasta derivada de corteza de árbol amalgamada con latex, savia, del mismo árbol; pasta que aplanaban y luego decoraban con tintes, realizando pequeños tapetes.
Eso dio pie a textiles de una calidad catalogada como de ‘lujo’ por las monarquías europeas del siglo XV, que se pusieron de manifiesto a nivel mundial en el Met Museum, en la exposición ‘Congo Power and Majesty’, comisariada por Alisa LaGamma en 2017. Me remito a sus datos y a los de la experta en textiles africanos, Christine Giuntini.

raphia gentiliana’ o palmera dorada |
Tejidos de los Kongo
Atribuidos a los kuba como se ha dicho, la realidad es que el primer ‘paño’ conocido en la zona se debe a los mbuti, integrantes del Reino Kongo, en el estuario del Rio Zaire al pie del Océano Atlántico.
Ellos mismos parece que inician el proceso del tejido partiendo de tiras de fibra sacadas de las hojas de la llamada ‘palma dorada’, cortadas a mano muy finamente y que los tejedores, una vez humedecidas, frotaban con las manos para flexibizarlas. El resultado de la unión de la dúctil textura y el dorado y cálido tono es el llamativo y ‘lujoso’ tejido final.
Washburn, 21., nos dice: “Este tejido es de uso común en la zona dado que son expertos cultivadores de palmeras, de las que extraen numeroso productos, aceite de palma, vino de palma, etc. y saben cómo preparar las hojas para la ejecución de estos tejidos”.
Impacto del comercio en el arte Kongo
Los portugueses llegaron en 1483, ansiosos por comerciar que no por coleccionar nada que no fueran dividendos, su mentalidad no estaba en nada que no fuera eso.
Tras la conversión al cristianismo del rey Kongo, quiso establecer relaciones con otros estados europeos a los que mandó regalías como muestra de su buena voluntad, incluso parece que él a su vez recibió diversos objetos de estos.
Entre estos presentes estaban piezas de tejidos con hechura y diseños africanos pero adaptados como cojines al estilo europeo de la época, tal vez aconsejado por los colonos y misioneros europeos.
Durante el siglo XVI las cortes europeas se enzarzan en aparentar el máximo poder, y para alardear ante embajadores o visitas reales de sus pares, crean los ‘Gabinetes Reales’ donde concentran exquisitas obras de sus más hábiles artesanos y aquellas, del mismo empaque, pero de los mas recónditos lugares.
Se podían ver en ellos y entre otros, prodigios de orfebrería autóctona o filigranas de porcelana china, ricos pectorales y aderezos mexoamericanos, y como no, espléndidos marfiles y tejidos africanos.
De estos últimos, a pesar del tiempo y las guerras, incendios y mala gestión, aún se conservan algunas de las mejores telas Kongo en colecciones formadas en Europa desde el siglo XVI hasta el XVIII.
Estos ‘gabinetes o salas de arte’, entre los daneses y holandeses ‘kunstkammern’, concentraron aquellas colecciones inicio de los grandes y asombrosos museos que hoy vemos.
Era de la Exploración
Durante el siglo XVI, en la llamada ‘Era de la Exploración’, estas colecciones se concentraron en atesorar todo aquello que resultara asombroso y exótico, aunque refinado.
“De Estocolmo a Florencia, de Londres a Praga, los paños de lujo de Kongo se conservaron en las colecciones de las cortes y esos ‘gabinetes’ formados por gobernantes, príncipes y élites urbanas.
Los primeros dos ejemplos registrados aparecen en Praga en 1607, en el Kunstkammer del Sacro Emperador Romano Rudolf II de Praga, 1576 a 1612, donde permanecenhoy, pero las casas reales de Suecia y Dinamarca lo siguieron rápidamente”. Remarcan nuestras expertas.

Colección JJ |
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Tejido mbuti |
Textiles mbuti
Al margen de los primitivos textiles mbuti de pasta de madera, se cree que el proceso de creación de los tejidos de rafia pasa por la creación de pequeños trozos que los artesanos kongo unieron para adaptarlos como ropaje a las élites.
En cuanto a los patrones, no se sabe con certeza, pero si se comparan con los de las tallas de marfil del oliphante son muy similares. Los textiles, sin embargo, son mucho más complejos pues se aprecia cierto virtuosismo en su diseño y encaje.
Su creación fue descrita con admiración por el misionero italiano en el Reino Kongo Antonio Zuchelli, de 1663 a 1716. Él anota cómo los tejedores locales terminaron su tela: “…con un cuchillo cortaron la tela en los lugares apropiados y la frotaron bien con sus manos, para que pareciera un terciopelo estampado”.
Los europeos compararon lo que vieron con los lujosos terciopelos de seda italianos con elaborados diseños de tejidos, pero admiraron tanto las piezas, que en palabras del capitán de la marina portuguesa Duarte Pacheco Pereira, ca. 1460 a 1533:
“Eran tan hermosas que las hechas en Italia no las superan en mano de obra”.
Lo que realmente les sorprendió fue que aún siendo de rafia que no de seda, las telas kongo:
“Fueran milagrosamente tan suaves al tacto”.
Christine Giuntini
Volviendo al siglo XXI, Christine Giuntini nos dice:
“Este formato de una interminable red entrelazada es casi seguro indígena. Parece que los patrones entrelazados se desarrollaron en todo el mundo espontáneamente como motivo decorativo. En muchos de los textiles kongo, los patrones entrelazados se deconstruyen, creando una repetición rítmica desigual que se extiende ‘eternamente’ en todas direcciones.
Es un patrón sin fin, por así decirlo. No sabemos cómo se pasaron los patrones de un tejedor al siguiente, pero es muy probable que los tejedores, siempre hombres en la región Kongo, aprendieran desde temprana edad a memorizar estos repetitivos y complejos patrones.
Así como los músicos tienen memoria en sus dedos para que estos consigan la melodía deseada, memorizando la música tocada con sus dedos, los tejedores de las culturas tradicionales tienen lo que a veces se llama memoria muscular.
Pensar en el esfuerzo por retener en la mente tales jeroglíficos de precisión matemática y en los años que tal memorización les llevó puede aturdir nuestras mentes, y es fácil comprender que cuando la ciudad estado Kongo fue interrumpida por el descontento político, todo esto es sumamente importante. La información técnica se habría perdido”.

Tejido del pueblo kongo donde se observan diversos patrones. Factura de entre los siglos XVI al XVII inventariado con entrada en 1659 en el Museo Ulmer, Ulm, Alemania. |
Obras de arte textil Kongo
“Cuando hoy miramos estas obras de arte textil, su diseño atemporal sorprende. Sus sofisticados patrones geométricos parecen moverse impidiéndonos salir del laberinto que forma la inusitada espiral rectilínea, tan similar a los patrones entrelazados de los olifantes de marfil tallados en los curvos colmillos de elefante.
Tales motivos repetitivos no eran meramente decorativos sino que tenían un profundo significado dentro de la sociedad kongo”.
Alisa LaGamma explica en su capítulo introductorio al catálogo de la exposición:
“Cómo el movimiento en espiral es una metáfora visual para el camino tomado por los muertos, que es fundamental para el pensamiento y la imaginación de los Kongo.
Ese concepto se comunica a través de los diseños terminados, explicando por qué se trataba de piezas de exhibición de la élite en la sociedad Kongo y por qué eran un componente importante en los intercambios diplomáticos con los portugueses desde el siglo XV”.
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