
Como muchos otros pueblos bantúes los Luba practicaban el levirato y el sororato.
El levirato en sí es la costumbrepor la que un hombre se casa con la mujer de un hermano fallecido.
Sororato es cuando el hombre se casa con la hermana de su esposa fallecida.
El Levirato y Sororato
Según Mukenge en ‘Les anges du ciel’ 26 de abril de 2014; primavera de 2010, 22 a 24:
“En sí, el matrimonio se preserva a través de estas prácticas, por lo que la pérdida de un padre ‘no se convierte en una interrupción importante en la vida’ de los niños.
El representante de ‘Les anges du ciel’ indicó que el levirato era una obligación en el pasado, pero que hoy tiene lugar si la mujer da su consentimiento”.
La profesora indica que:
“Es bastante inusual que el levirato se aplique contra la voluntad de la viuda en las ciudades, pero podría serlo”.
Y continua apuntando:
“Un matrimonio no es un contrato entre el hombre y la mujer, sino una ‘alianza’ entre sus familias que se espera dure más allá de la vida de los cónyuges”.
Y Mukenge nos indica que:
“Los niños Luba son criados como hijos e hijas de muchos padres y madres”. Algo muy arraigado en toda África.
Al ser frecuente el levirato, el hijo de una hermana a veces puede heredar una de las viudas de su tío.
Estos sistemas llevan a crear reglas que mejoran y equilibran herencias y sucesiones, como por ejemplo, cuando un hombre fallece, sus posesiones se distribuyen entre sus hermanos e hijos, pero el mayor tiene prioridad sobre el más joven.
Consecuencia de que este, puede hacerse cargo de su viuda y por tanto de sus hijos.

Ritos de paso
Desde que nacen y hasta el destete, sobre los 2 años, los niños están exclusivamente a cargo de la madre. Abuelas, tías y hermanas mayores luego ayudan a la madre.
A partir de los 7 u 8 años se integran jugando con otros de similar edad, aunque cerca de su madre o de mujeres adultas.
Las niñas ya van aprendiendo algunas tareas de la casa o hacerse cargo de sus hermanos más pequeños.
A la edad de 8 o 10 años se les pide que colaboren con más compromiso y ante los incumplimientos pueden ser castigados con cierta severidad.
La diferencia entre géneros se acentúa y los juegos difieren.
Si antes, durante la estación seca, se jugaba a ser adulto imitando construcciones de casas e incluso aldeas, ya queda poco tiempo para juegos, y se tiende a educar sin dar mayor valor a lo competitivo como hasta entonces, para dar paso a la idea de comunidad y de integración y compromiso social.
Bien entrado el siglo XX, y hasta más allá de mediados del mismo, entre los chicos se practicaban ritos de iniciación que llegaban a durar varios meses.
Mukanda
Mukanda era el nombre con el que se conocía dicho rito por el oeste y Disao, por el este. En ellos aparte de inculcar determinados conceptos se procedía a la circuncisión.
Era un ritual colectivo y conllevaba un dilatado periodo de aislamiento en un campamento fuera de la aldea; hoy esta práctica es individual.
La Butanda es el ritual de paso de las jóvenes, en este caso siempre era individual y previo a la pubertad.
En consecutivos años, a la joven y después mujer, se le sometía a manipulaciones genitales que desarrollaran sus órganos sexuales y se le realizaban escarificaciones que marcaban sus distinto momentos vivenciales.
Este tipo de prácticas siguen siendo habituales.
En cuanto a la cooperación social, solo se da entre la agrupación familiar y sobre todo entre hermanos, que se ayudan en la construcción de las casas o los trabajos agrícolas de los campos familiares, es por lo tanto un asunto generacional.
No hay compromiso de ayuda fuera de la familia.
Las sociedades secretas poderosas antes, hoy han caído en declive.
Se mantiene la Mbudye, fundamental antes para el poder político.
Las iglesias sincréticas se han multiplicado, y ha adquirido prevalencia Jamaa, un movimiento católico inspirado en el controvertido libro ‘Filosofía Bantú’ del padre Tempel.
Se centra en el matrimonio y su integración en la comunidad.
Orden Político

Antes de acceder al cargo de MuLopwe, ‘el ungido’, el seleccionado debía someterse a una prueba que demostrara que los espíritus tutelares de la jefatura lo aceptaban.
Este proceso de entronización implicaba una reclusión de cuatro días, en las que el elegido debía mantener relaciones sexuales con una pariente femenina, incestuosas por tanto; que junto a la proximidad y contacto con reliquias de predecesores, era el camino que le llevaría a obtener una nueva identidad espiritual.
En otros tiempos no tan lejanos tenía que ser impregnado con sangre humana para llegar a la plenitud de su estado.
El rey o jefe Luba
Durante estos ritos de investidura, el rey o jefe Luba pasaba de ser un hombre normal, a un gobernante sagrado.
Dos BaLopwe, ‘elegidos’ tenían que impregnar caolín blanco al ‘ungido’, para que se visualizara la transición ritual y el acuerdo con el mundo espiritual.
El blanco es una alegoría de la luna, Chalk, que según su calendario, cíclicamente, se muestra luminosa en el cielo alumbrando al pueblo.
Así, como la luna llena, un gobernante Luba debe alumbrar a su pueblo mediante sus justas y buenas disposiciones y huir del tenebroso mundo de la oscuridad.
La investidura
La investidura de un rey también se compara con la forja del hierro, ya que al igual que un herrero transforma el metal crudo en herramientas, útiles o armas, un mortal ordinario se transforma en un ser sobrehumano a través de una ceremonia llamada ‘golpeteo sobre el yunque’.
Una vez confirmado, el rey o jefe estaba sujeto a numerosos tabúes: no podía tocar el agua de un lago, ni ver un cadáver, ni compartir su comida.
De una manera mística, que a veces tornaba en física, él era responsable del bienestar de sus súbditos, que eran sus ‘hijos’; en el pasado, si sufría un accidente o contraía una enfermedad o mal que lo limitase o invalidase se le mataba de inmediato.
Aunque sus decisiones eran definitivas se ayudaba de dignatarios escogidos que ejercían como un tribunal, con funciones que requerían de alguna especialidad.
Este mismo tribunal se encargaba de nombrar a los jefes de linaje y subjefes de las distintas subdivisiones locales de la jefatura, que debían de ser de comprobada lealtad pues su principal cometido era la recaudación y envío de los tributos, tributos que eran en especia según lo producido por cada región.
La cuantía y calidad de lo recibido, determinaba el grado de compromiso y sumisión del jefe local hacia el Estado y el MuLopwe, su cabeza.
Los padres deben ser respetados pues si padres es que han dado vida.
Es obligación de los hijos por tanto obedecer, que es el primer paso del respeto.
Ante la falta de respeto u obediencia, los antepasados pueden castigar a esos malos hijos enviándoles enfermedades o desgracias en función de la ofensa a sus padres.
El MuLopwe
Al margen de estos casos domésticos, los delitos menores eran juzgados y resueltos por los ancianos del linaje donde se hubiera producido el hecho y en función de la importancia había escalas con jueces de aldea.
Pueblo o región, que eran a su vez los ancianos que formaban el consejo y ejercían el control sobre la zona.
Pero como se ha dicho, la decisión final ante una resolución importante era dictaminada por el MuLopwe, asesorado por sus consejeros.
En el pasado, eran los especialistas en rituales quienes imponían a los ofensores las pruebas, que consistían casi siempre en ingesta de venenos, ver el efecto del fuego, o similar.
La expansión Luba, como casi todas, tuvo mucho de política militarista y social.
Los guerreros conquistaban y los hijos hijas del conquistador se casaban con los del conquistado, o temeroso de serlo.
En el pasado, a la muerte de un rey, sus potenciales herederos luchaban hasta quedar uno en pie.
Los antaño aguerridos guerreros, una vez numerosos, se volvieron escasos y comerciantes.

Adivino de Bilumbu con su cliente durante el ritual de posesión por el espíritu.
Deja una respuesta