
Los Sundi, BaSsoundi en francés con el Ba, habitan a ambas orillas del Congo aunque mayoritariamente en el lado izdo., en la R. del Congo, a unos 200 km de su desembocadura en el Atlántico.
Son delicados en todas sus manifestaciones y puede que algunas escaras que vemos sean heridas.

En fotos tan antiguas no es fácil percibir todo, pero tiene dos líneas horizontales cerca de la comisura del labio; y por el esternón le baja un entrelazado similar al trenzado de sus esteras que se amplía envolviendo el ombligo.
Y en el costado vemos los rombos que advierten su pertenencia Kongo.
R. del Congo & Mujer Umangui

Los Umangi viven en la R. del Congo, en la cuenca del rio Congo, en la orilla izquierda del Ubangui su caudaloso afluente, al noreste del país entre Lisala y Mokassa, en territorio Nganfuru.
La cercanía hace que lleve patrones similares en la frente a los que se hacen sus vecinos de la R. Centroafricana y la R.D. del Congo, países limítrofes con los que mantienen relaciones de trueque y mercado.
Estrías en torso
Sus estrías en torso, vientre y brazo son muy similares a las del individuo anterior, aunque no presenta los rombos que la harían participe del poderoso grupo de pueblos que componían el Reino Kongo.
Es importante recordar todos los términos que ubican a cada persona, pues corresponde cada uno al grupo, región, pueblo y clan, de agrupación mayor a menor, que identifica las escaras y al individuo.
Claro que algunas son particulares a las que dan nombres propios, pero las predominantes como en la mujer anterior, la identificarían como persona amiga, enemiga o advenediza; en función de lo que se le ve, muchos sabrían que es Ubangui, vecina del gran río.
Nganfaro, por descontado todos los de la región, alguno menos Mokassa, y los de los pueblos vecinos Umangi. Los de su entorno además ‘leerían’: “que es María la hija de José el boticario”.
Congo-Ubangui

Hemos llegado al Congo-Ubangui, digamos que una segunda meta, línea amarilla, marcada por el gran río Congo y su afluente el Ubangui y hemos llegado sobrevolando por Níger, Nigeria, Camerún, Guinea Ecuatorial, Gabón y R. del Congo.
Y vamos a saltar a un territorio de un tamaño similar a tres veces Europa. Primero por la R.D. del Congo, luego por la República Centroafricana, Chad y Sudán.
Es complicado, porque en ese límite, virtual, todos los pueblos interactúan y viven a ambos lados. Veamos quienes son y cómo somos capaces de hacerlo ver.
Antes del reparto de la enorme extensión que supone las hoy R. del Gabón, R. del Congo. R. Centroafricana y gran parte de la R.D. del Congo, existieron varias grandes organizaciones políticas, que los europeos calificaron de reinos, técnicamente el sistema era similar.
Tal vez el más importante, sobre todo por las influencias que marcó, fue el Reino Kongo, allá por el siglo XV, al que siguieron el Luba y Lunda como más importantes, aunque muchos más tuvieron gran importancia en sus diversos entornos.
Todos estaban constituidos por una conjunción de clanes con orígenes y normas comunes, que se subordinaban a uno que ejercía el poder, que no siempre el control.
Henry Wellington Wack
Para que veamos la interrelación existente a uno y otro lado del Congo y antes de adentrarnos por al enorme país que es la República Democrática del Congo permitidme incorporar un texto de 1893 que publica Henry Wellington Wack, en su libro ‘Historia del Estado Libre del Congo’ que es reeditado en Nueva York y Londres por Putnam en 1905.
Primero advertir que el Estado Libre del Congo del que habla, fue el llamado Congo Leopolville, que luego fue Congo Brazzaville para pasar finalmente a República del Congo, cuando se aceptaron las fronteras interestatales.
Advertir en segundo lugar que no dudo de la buena intención de Henry W. Wack e intento situarme en la época y las consideraciones raciales que imperaban, de las más abyectas a las más caritativas, que unas y otras hoy por exceso o defecto y no igualdad, resultan inadecuadas.
Su definición sí creo que resulta si no útil, sí curiosa, pero recordemos que lo escribió en 1893:
La historia del Estado Libre del Congo
“Los hábitos nómadas de las razas nativas que habitan la región del Congo, discutidos extensamente en otro capítulo, hacen de una investigación sobre su origen una obra de gran dificultad y resultado incierto.
Sir Harry Johnston, G.C.M.G., K.C.B., cuya opinión experta sobre este tema tiene el máximo respeto, cree que el tipo negro que se originó en el sur de Asia vagó a través de la península de Arabia hasta el este de África, mezclándose, tal vez, en el camino, con los caucásicos del norte, evolucionando esa raza negra conocida como Hamitas, de donde surgieron los primeros egipcios, y los somalíes, Gala y Abisinios.
Desde el este de África se cree que esta raza primitiva se ha extendido, a lo largo de los siglos, por toda el África Central, y probablemente ha penetrado casi en las costas meridional y occidental de ese continente, cambiando las características físicas según su entorno, y modificando de nuevo esas características por la posterior mezcla.
Las numerosas tribus centroafricanas, tal como existen hoy en día, exhiben marcadas diferencias en altura, forma, lenguaje, hábitos, costumbres e incluso en color, algunas son de negro intenso, otras de un tono de chocolate, de marrón rojizo o con aspecto de bronce. Las cinco divisiones principales, según Johnston, parecen ser:
Tribus centroafricanas
La historia del Estado Libre del Congo.
1º los Pigmeos del bosque; 2º los Bantúes; 3º los Negros del Nilo; 4º los Masais, y 5º los Hamitas.
Las tribus nativas en el barrio de Leopoldville consisten principalmente en los Musseronges, los Kakongos, los Baoilis, y los Mayombes.
La historia del Estado Libre del Congo.
Los Musseronges*1 son difíciles de abordar. No sólo se mantienen severamente distantes del hombre blanco, sino que también son muy tímidos y no les gusta mantener relaciones sexuales con otras tribus nativas, nunca se ha conocido que se hayan juntado con ninguno de ellos, incluso ni cuando han sido amenazados por un enemigo común.
Son altos, fuertes y más guapos que la mayoría de los miembros de la raza negra, aunque esta mención no debe ser tomada por un certificado de belleza.
Llevan sus dientes en punta, y los cortan cuadrados, o en semicírculos, su objetivo es proveerse así de un arma para usar como último recurso en una pelea, lanzándose literalmente sobre sus enemigos y atrapándolos por la garganta con sus colmillos, como podría hacer un bulldog.
Llevan el pelo corto, y se entregan a la práctica del tatuaje con fines de adorno, aunque no en gran medida.
Se hace extraño decir que las mujeres son más altas y fuertes que los hombres, lo que tal vez pueda explicarse por el hecho de que todo el trabajo de la tribu, excepto la caza y la pesca, es labor de ellas.
*Nota 1: Existen a mí entender varias divergencias entre distintos etnólogos, como Henry W.Wack, al que leemos aquí, el comandante Liebrechts, el teniente Th. Masui y el Tervuren publicando un fetiche de clavos atribuyéndolo a este pueblo y Albert de Boerck del que más me fio pues incluso presenta fotografías de este pueblo en su recorrido personal estudiando todos los pueblos del Estado Libre del Congo y documentándolos. Él dice que son un ‘pueblo lacustre asentado en la zona pantanos de la enorme desembocadura del Congo’. Wack parece definir aquí a todos los pueblos que dice viven en el ‘barrio de Leopoldville’
Los Kakongos y Mayombes
La historia del Estado Libre del Congo.
Los Kakongos y Mayombes, recordar fotos 91 y 92, no son tan intensamente desconfiados, pero los Baoili son marcadamente hostiles al hombre blanco.
Se sabe que se niegan a intercambiar ostras, su principal dieta, de la que con frecuencia tienen suministros que superan en gran medida sus necesidades, por productos europeos básicos que se sabe con certeza que desean ardientemente.
Todas estas cuatro tribus son de hábitos limpios; y su práctica de bañarse diariamente, cuando la proximidad de un río o lago les permite hacerlo, puede avergonzar a algunos de los habitantes de las grandes ciudades.
Las tribus forestales, a las que limpiarse con agua les resulta imposible, embadurnan sus cuerpos con aceite de palma y una especie de ocre rojo, que luego raspan.
El traje original consiste en unas pocas hojas, o un delantal extremadamente pequeño hecho de corteza fibrosa para las mujeres, y un taparrabos del mismo material para los hombres, que va cediendo a la mayor atracción de los bienes comunes de algodón, que ahora llegan desde la lejana Manchester o Sajonia.
Estas cosas, adornadas por grandes patrones rojos o amarillos como llamas, deleitan el ojo y alegran el corazón de la doncella y la matrona congoleñas, mientras que los hombres, deseosos de mantenerse complacientes con el sexo más suave (?) también se avienen a usarlos.
Los Pigmeos
La historia del Estado Libre del Congo.
No se dedica tiempo ni habilidad a hacer una prenda. Un pedazo de la cosa llamativa doblada en pliegues sueltos alrededor de los lomos es suficiente para hombres y mujeres.
En cada tribu, los hijos de ambos sexos están completamente desnudos hasta que alcanzan la pubertad. En alguna tribu, ni los hombres ni las mujeres llevan cobertura alguna.
En otras es costumbre que las mujeres permanezcan desnudas hasta que se casen. Algunas mujeres muestran su estado de casada cubriendo sus pechos con adornos extraños, mientras que otras lo hacen adornando su cabello de forma elaborada, adquiriendo una gran altura con la ayuda de fibra de palma y goma de mascar.
Tanto los hombres como las mujeres, de cualquier tribu, se adornan con tantos collares, brazaletes y tobilleras como puedan obtener*2. Sin excepción, la posesión de unas pocas cuerdas de cuentas de colores es para ellos una fuente de gran felicidad.
Miran esos tesoros con deleite y los protegen con celo. Algunas de sus costumbres son muy peculiares. Hombres y mujeres nunca comen juntos.
Un hombre que comiera con alguna de sus esposas, sería culpable e inapelablemente deshonrado. En el pasado se han comido unos a otros, y sin duda lo harían de nuevo si se eliminara la restricción existente, pero no pueden comer juntos.
Después de comer por separado, los sexos se mezclan de nuevo libremente, y ambos se dedican a fumar sus tubos de tallo largo. Todos los machos de los Pigmeos*3 del Congo vistos por Sir Harry Johnston estaban circuncidados, y todos, en ambos sexos, tenían sus dientes incisivos superiores y caninos afilados en punta.
En sus casas forestales van desnudos, tanto hombres como mujeres, pero en presencia de extraños los hombres por lo general se quedan con una pequeña cubierta de gineta, mono o piel de antílope, o un jirón o de paño de corteza, y las mujeres con hojas o la corteza.
*Nota 2: Está claro que desconocía que todo lo que el africano llevaba en brazos, piernas e incluso a veces cuello era monedas.
Los Kuba
Nota 3: Hay que recordar que por ejemplo entre los Kuba sus reyes son exclusivamente pigmeos del clan Bushongo
Los Pigmeos prácticamente no tienen religión, ni rastros de adoración espiritual o de antepasados.
Tienen alguna idea de que el trueno, los rayos y la lluvia son las manifestaciones de un Poder o Entidad en los cielos, pero un poder malvado, y cuando, a regañadientes, son inducidos a hablar sobre el tema, sacuden sus cabezas y agitan sus lenguas en desaprobación, porque el misterioso Algo en los cielos, ocasionalmente mata a sus camaradas con su fuego, rayo y relámpago. Tienen poca o ninguna creencia en la vida después de la muerte, pero a veces piensan vagamente que sus muertos cercanos viven de nuevo en la forma de la mosca roja, cuyas extrañas cerdas se encuentran entre los pocos objetos de colores brillantes que atraen su atención*4.
* Nota 4: Algunos pueblos del Congo, dejaban que las larvas de un díptero de gran tamaño, endémico de la zona y de brillantes y rojizos pelos abdominales, depositara sus larvas y consumiera el cadáver, por lo que pensaban que cuando se metamorfosean en moscas, transitaba en ellas el cadáver de su difunto. Es por ello que capturaban cuantas moscas podían adornándose con ellas el tiempo que duraban lustrosas, teniéndolo como un período de duelo.
El pueblo Babira
La historia del Estado Libre del Congo.
No tienen un gobierno establecido o un jefe hereditario, simplemente se agrupan alrededor de un cazador capaz o un luchador astuto, al que acomodan como legislador temporal.
El matrimonio es sólo la compra de una chica a su padre. Las mujeres generalmente dan a luz a sus crías en el bosque, cortando el cordón umbilical con sus dientes, y enterrando la placenta en el suelo.
Los muertos suelen estar enterrados en tumbas excavadas, y si los hombres son de importancia, se entierra comida, su tabaco y armas con el cadáver. La misma autoridad ha observado que en todos los bosques de habla bantú del Alto Congo practican la cicatrización.
Las postillas y las marcas de la piel se elevan ya sea quemando o cortando con un cuchillo, e introduciendo el jugo irritante de una planta en la herida.
El efecto de esto es elevar en la superficie del cuerpo grandes o pequeños bultos de la piel. A veces estas marcas son tan pequeñas que producen casi el efecto del tatuaje; en otras ocasiones son excreciones grandes y feas.
El pueblo Babira cicatriza sus pechos y estómagos; pero en el bosque, hacia las aguas del Congo, sus rostros están horriblemente marcados.
Tanto los hombres como las mujeres Bantúes del Kavirondo se extraen los dos dientes incisivos medios de la mandíbula inferior, en la creencia de que si un hombre conserva todos sus dientes incisivos inferiores será asesinado en la guerra, y que si la esposa no se los saca su marido perecerá.
Por la misma razón y evitar la mala fortuna, la mujer se inflige cortes en la piel de su frente, que dejan pequeñas cicatrices.
Las mujeres también, como medio de asegurar la buena fortuna para ellas y sus maridos, hacen una serie de pequeñas incisiones, generalmente en patrones, en la piel del abdomen, en las que frotan un irritante, de modo que enormes ronchas se elevan en grandes bultos de piel.
El marido de las Kavirondo, antes de salir a luchar o comenzar un viaje considerado de grandes riesgos, por lo general hace algunas incisiones adicionales en el cuerpo de su esposa.
El viajero en el Congo observará con frecuencia desfiguraciones repulsivas en los nativos, y es muy susceptible de atribuir a la crueldad de la opresión lo que no son más que manifestaciones de añejas costumbres tribales.
El peligro se acentúa por la campaña organizada de calumnias que se lleva ahora contra el Estado Libre del Congo, que no muestra escrúpulos para sacar capital de una circunstancia tan oportuna*5.
* Nota 5: Está claro que el Sr. Henry W. Wack comulgaba ampliamente con los postulados del rey Leopoldo de Bélgica.
Los Mangbettus
La historia del Estado Libre del Congo.
Casi todas las tribus tienen una noción nebulosa de un Ser Supremo invisible; pero se consideran a sí mismos como faltos de opinión en su estima, y dirigen sus peticiones de ayuda sobrenatural a sus fetiches, que se esfuerzan por propiciar los dones a través de la mediación de su médico brujo u hombre medicina, una especie de sacerdote que finge poseer poderes sobrenaturales y abusa de la credulidad de sus seguidores de manera extraordinaria.
Entre los Mangbettus, un jefe muerto será enterrado en una postura sentada, en el centro de una nueva cabaña especialmente construida a orillas de un arroyo.
Cinco de sus viudas son estranguladas y sus cuerpos dispuestos con los pies hacia su marido muerto. Los cuerpos serán entonces cubiertos con paño de corteza saturado de aceite de palma, después de lo cual el lugar se considera sagrado y no debe ser abordado bajo pena de muerte, por nadie que no sea el jefe gobernante y un asistente.
En la desembocadura del Uelle se encuentra la gran mayoría de los Azande, una tribu numerosa e importante, que extiende su país del grado 23 al este al 30 al oeste, y del 6 al norte al 3 al sur.
Hay tres subdivisiones entre los Azande, los Abandija, los Avongura, y los Makraka, todos luchadores, practicantes del canibalismo.
Algunos hombres Azande, sin embargo, comen sólo la carne de los enemigos que han matado en batalla, rechazando carne humana obtenida de otro modo, aunque todos ellos, excepto los que habitan al sur de Uelle, prohíben que mujeres y niños la toquen.
Y aquí surge un tema curioso para la especulación. Los caníbales Azande están mucho más avanzados en las artes de la paz y la guerra que muchas otras tribus que no son caníbales, los Pigmeos del bosque, por ejemplo.
A pesar de algunas costumbres peculiares acerca de ellos, mantienen a sus mujeres en alta consideración, y nunca las intercambiaron por cabras o vacas, la práctica, casi universal entre otras tribus centroafricanas.
También su habilidad para la cerámica, agricultura, y la fabricación y utilización de instrumentos musicales, parece incompatible con el que no aborrezcan la antropofagia.
Cada jefe Azande es realmente un rey despótico. Su poder sobre sus súbditos es absoluto, y cualquiera que sea tan infortunado como para ofenderlo simplemente se entrega al verdugo, un procedimiento que para la mente de los Azande parece lo más natural del mundo.
El valor de los Azande está más allá de alabanzas. No conocen el miedo; y cuando son asaltados por un fuego asesino, contra el cual no tienen ninguna posibilidad de éxito, se arrojarán contra su enemigo y lucharán con él mano a mano, aunque nueve de cada diez de sus compañeros caigan por el camino. Sus armas favoritas son la lanza y la jabalina, y cada guerrero lleva, además, un escudo.
Entre los Azande, los criminales condenados a muerte lo son mediante la lanza. Ocasionalmente, sin embargo, emplean un método peculiar de prueba, conocido como el calvario por veneno, que sustituye este método de ejecución.
En tales ocasiones el jefe actúa como juez, y el acusado es obligada a beber una taza de veneno, la teoría es que si la acusación es infundada el acusado sobrevive ileso.
Por supuesto, el resultado invariable es que el bebedor cae muerto en un minuto más o menos. Es seguro suponer que un jefe Azande es suficientemente inteligente como para no someter a alguien de su tribu a este calvario sin haber previamente determinado su muerte.
Otra costumbre singular, no solo de los Azande, sino común a todas las tribus centroafricanas, es la ceremonia de la hermandad de sangre.
Dos hombres que de ninguna manera están relacionados, pero han aceptado convertirse en ‘hermanos de sangre’, es decir, vivir en paz y amistad para siempre, se reúnan al aire libre, en presencia de los jefes y el pueblo, haciéndose cada ‘hermano’ una pequeña incisión en el antebrazo, lo suficientemente profunda como para hacer fluir un poco de sangre.
Cada mutilado entonces lame la sangre del brazo del otro, y a partir de entonces se relacionan como hermanos.
Una ligera modificación de esta ceremonia fue aceptada a principios por los diversos jefes para dar cabida a la reticencia perdonable de los europeos; y ahora, en lugar de lamer la sangre del otro, los ‘hermanos’ simplemente frotan sus incisiones juntos, para que su sangre se mezcle. Stanley fue hecho hermano de sangre de tantos jefes africanos que su brazo al final quedó bien marcado por tantas incisiones.
Varios comandantes belgas, y algunos ingleses, se han sometido a esta operación casi siempre, es necesario señalar, por motivos políticos, porque se ha demostrado que los africanos consideran el rito con verdadera veneración, y estiman al ‘hermano’ que adquieren por él al menos tan alto como lo harían con un hermano natural.
No es necesario en este lugar dar los nombres de todas las tribus de las que está compuesta la población nativa de la vasta región del Congo.
Son numerosos, y en su mayor parte no son fácilmente pronunciables. De las tribus que aún no se han mencionado, los Basundis, Bakuendas, Batekas, Bayanzis, Batetelas, Mongos y Bantuy Mombettus son los más destacados.
Si bien difieren en apariencia personal, destreza, hábitos y costumbres, denotando claramente que no descienden de una población común, hay que apreciar ciertos rasgos que los distingan a todos.
Todos son polígamos, casi todos son caníbales, y la moral de los más avanzados entre ellos, resulta chocante para el hombre civilizado promedio en su primer contacto con ellos.
Extrañamente incompatibles con el bajo sentido moral que prevalece entre la mayoría de las tribus, algunas de ellas castigan el delito de adulterio con la muerte, otros mutilando horriblemente al delincuente masculino.
El canibalismo ha sido reprimido durante mucho tiempo por el Gobierno del Congo al igual que el asesinato lo es entre las comunidades civilizadas; pero la horrible práctica todavía se practica aquí y allá, en cuanto se produce la oportunidad de evadir la vigilancia de las autoridades.
Tan recientemente como en 1898, y casi hasta la fecha, era necesario mantener una guardia constante en el cementerio de Leopoldville, la estación principal en el Alto Congo, para evitar que los Bangalas desenterraran a los muertos para llevárselos y comerlos con deleite.
Varios de esos casos fueron probados en su contra, y hubo que recurrir a la pena capital para acabar con ella. Este tema horrible es repugnante de contemplar; pero ninguna descripción, por breve o superficial que sea, del pueblo del Congo, puede ignorar un hecho que ha ocasionado, y sigue presentando, una tan tremenda dificultad que pueda superar a la civilización.
Esta es sólo una de las muchas dificultades con las que el Estado Libre del Congo ha tenido que lidiar, y aquellos que se sientan y enjuician sobre ese Estado deben tener en cuenta que el negro centroafricano no está por naturaleza predispuesto a la civilización. No todas las tribus caníbales son tan repulsivas y crueles como los Bangalas.
La mayoría de ellos no comen otra carne humana que la de sus enemigos muertos en la batalla. Pero esa fuente de suministro no parece suficiente para los Bangalas, que completan su déficit con prisioneros o esclavos. Tras romper las extremidades de su víctima, lo colocan en un charco de agua, con la cabeza apoyada justo encima de su superficie para que no se ahogue.
Después de haberlo dejado en esa posición tres días, si sobrevive tanto tiempo, se le mata y es comido. Otro método es decapitar a una víctima, eliminar todo el pelo del cuerpo sobre un fuego de brasa, y luego cortarlo en pedazos y cocinarlo.
Las porciones que no se comen se secan y ahúman inmediatamente y se desecan y dividen para otra ocasión. Los dientes son extraídos y convertidos en collares por las mujeres. La piel se suele utilizar como membrana de tambor.
La poligamia sobrevivirá durante muchos años a la extinción del canibalismo. Nada más que el espíritu del cristianismo vencerá ese mal. La mente nativa no puede ser inducida por argumentos ordinarios para ver cualquier error en ella. Porque un hombre no debe tener tantas esposas como pueda permitirse comprar y mantener, es demasiado para su comprensión.
Considera a las mujeres como creadas exclusivamente para su placer y beneficio, y en consecuencia, comercia con ellas. Se la compra a su padre por una o dos cabras o una vaca; se convierte en la madre de sus hijos y prepara y cocina su comida para él.
Esa es su carrera, y ella la comparte con tantas otras esposas como la inclinación y los recursos de su marido le permiten comprar. Cuando ella muere, a veces es enterrada.
Ciertas tribus centroafricanas consideran el entierro después de la muerte como una ceremonia superflua para las mujeres, y colocan sus cuerpos donde serán devorados por hienas y buitres.
De dos a tres esposas es la cantidad promedio del común bárbaro centroafricano, y entre treinta y cuarenta para un jefe.
Mirando cómo eran los congoleños en 1876, y como lo son de nuevo en 1905, ¿quién puede negar honestamente que el rey Leopoldo, hasta ahora, no haya realizado bien su ardua misión?”.
Texto de Henry Wellington Wack, extraído de su libro: La historia del Estado Libre del Congo.
Leopoldo II
No he querido cambiar nada de este texto, no me extraña que poco conocido, que entra en enormes contradicciones con muchos otros de la misma época.
Ciertamente hay que reconocer las dificultades de aquel tiempo, pero este abogado norteamericano en busca de fama y fortuna, está claro que relata, a su manera, lo escuchado de otros.
Solo pido que se lean los informes y se vean las fotos de las represalias que el ‘dueño’ de ese territorio, Leopoldo II, que en ese momento a su vez era rey de los belgas, ordenó.
Me resultan por ello, y así parece a los expertos actuales, más fiables los datos aportados por quienes sí se movieron por el territorio verificando los datos.
Lo que ahora se conoce, recopilados textos y documentos de entonces hasta ahora y contrastados y refrendados por prestigiosos expertos y universidades, sí nos dan una precisa información.
El Reino Kongo
Remito si no a nuestros textos sobre el Reino Kongo, más sucintos pero creo que también esclarecedores, de porqué el resto de países occidentales decidió que a aquella atrocidad había que ponerle fin.
Para que sepan qué sucedió y que credibilidad hay que dar a este documento, basta con poner el nombre del rey y añadir Congo.
Los textos entrecomillados a partir de aquí son de Albert de Boerck extraídos de su libro ‘Viaje por el Congo’ de 1893. Habla por tanto de las mismas gentes y de lo que a su vez percibe La RDC y sus distritos en 1895.

Estado Libre del Congo
En 1895 el Estado Libre del Congo, en datos verificados y contrastados de la época contaba con 2.352.000 km2 y entre 110.000 a 130.000 personas. De Boerck nos dice:
“El río Congo en su desembocadura, tenía 13 kms de ancho, formando un estuario salpicado de islas, la principal de las cuales, era la de Matéba, con una extensión de 14.000 hectáreas. La margen izquierda de la boca pertenecía a Portugal hasta cerca de Matadi. Por la dcha. había una lengua de tierra en la que, a la sombra de los cocoteros, se alineaban factorías plataneras y edificios oficiales. Pero en la inmensa marisma los bancales estaban llenos de manglares con follaje oscuro, árboles muy curiosos que enraizaban en la tranquila balsa de agua de aspecto aceitoso, especialmente adaptados a las costas fangosas del trópico; manglares que, con el fin de mantenerse en el barro, emiten poderosas raíces que, en todos los sentidos, penetran profundamente en este suelo en movimiento para mantener los troncos, a menudo enormes, de estas plantas”.
Boerck
Pueblo Bantú
Esa boca, que ocupa los distritos nº 1 de Banana, el 2º de Borna y el 3º de Matadi, era por tanto zona administrativa, de plantaciones y haciendas de colonos.
Donde sobre todo se encontraba a los Musseronges, huidizo pueblo Bantú adaptado a sistemas lacustres con las casas situadas en las copas de los árboles del manglar.
Pero hablamos de escaras y las de estos no se conocen. Pero en el 4º, Distrito de las Cataratas encontramos a los Mayumbe, que a su vez se subdividen en Buendis y Kongos en este caso los Yombé pueblo que ya hemos visto también al otro lado del rio en la R.del Congo y de los que ya hablamos antes.
Los Buendi
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Los Buendi

No así de los Buendi como este hombre. De los que ya se decía que:
“Son de gran talla y suele identificárseles por la escara que representa un cocodrilo, situado en medio del pecho”.
BOERCK
Imaginemos, si se mimetizara en el agua, los pectorales semejarían los ojos del cocodrilo, de manera que las dos puntas que le suben formarían las del hocico del animal.
Ngula o Túkula
O estos hombres Yanzi o MoYanzi confundidos y emparentados con los Teke que sobre las escaras se untaban Ngula o Túkula, un polvo rojo sacado de la ‘baphia nítida’, una variedad de leguminosa que mezclaban con aceite de palma.
Si nos remitimos al anterior mapa de 1895, los siguientes pueblos principales que encontramos estarían en los distritos 6º, 7º y sur del 9º y 13º; que sería la región de Katanga, Kasai y Maniema con los Luba al norte.
Lunda
Sanp’i y Lamba al sur, Lunda, al oeste y Bansi en el este. Recordar que es normal encontrarlos escritos con el prefijo Ba, de pueblo o plural; en español ‘los’ por tanto. Albert de Boerck en 1893 nos dice:
“El Sankuru es el más grande de los afluentes del Kasai; es más ancho en su curso medio que en su curso inferior y a veces alcanza los 3.000 metros, mientras que en su confluencia con el Kasai tiene sólo 600 metros de ancho. La longitud del Sankuru es de unos 1.400 kms, y navegable durante 800. El distrito de Kasai está muy poblado. Sankuru es considerada la región más poblada del centro de África; hay asentamientos muy grandes. Entre los principales pueblos se encuentran los Luba, Lunda, Kuba, Songo Meno, Ngodes, Songe, Kioko o Tchokwe, Hollo y Yaka”.
Albert de Boerck
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