

…si los de al lado lo hacen porque no hay otro modo, porqué no yo. El pie de esta foto, traducido del alemán dice: “Foto nº 15. Niño esclavo, junto al lago Tanganica, sentado sobre un estrado. Al lado un fetiche. |
Mi primer recuerdo sobre el término sincretismo proviene de aquellas lecturas en latín de las Galias, el: “Cum esset Caesare en citeriori Galiae”…o algo así porque ya no recuerdo; donde ya Julio Cesar explicaba cómo tras una conquista, lo primero que se construía era una ara en honor del ‘dios desconocido’, referido al dios o dioses de los conquistados paganos, de manera que si el dios de los conquistados no se vengaba, era porque se suponía que la conquista era buena para los conquistados. Por lo que una vez hecha, a continuación se hacía una solemne ofrenda, tras la que nada más acabada acababan las contemplaciones.
Sincretismo
En África el sincretismo se dio justo del revés que lo practicado por los romanos. Aunque no de entrada, el miedo y desconfianza eran mutuos al principio, y la desproporción numérica a tener en cuenta, aunque eso duró poco. En cuanto se vio oportunidad se impusieron normas y religión. La paulatina colonización en su proceso de expansión y de conquista, modificó algunas de las estructuras existentes y contribuyó a la formación de otras; fue un factor cultural que terminó siendo africano por la participación que tuvo en las sociedades en que convivía con las formas animistas, la magia y los ritos genuinamente africanos.
Los cultos de posesión caracterizan al mundo negro, tanto en África como en América. En ellos están comprendidos vastos conjuntos de técnicas corporales, semejantes o comparables independientemente de las creencias en los contextos culturales.
Las descripciones de estos cultos llenan bibliotecas enteras, lo que demuestra la intensidad y la importancia de estas prácticas en todos los pueblos africanos y su transculturación en América, cuya persistencia en los cultos tradicionales se conserva a pesar de los cambios y adaptación, verificando de este modo las influencias introducidas en África en los últimos cuatro siglos.
La posesión
La posesión no deja de ser la cesión del cuerpo de un humano, para que un espíritu divino lo utilice para comunicarse con otro u otros humanos. El poseído ocasional es consciente de su sacrificio, pero al igual que todos le agradecerán el verse beneficiados por la revelación del espíritu divino, también espera de este algún favor. Tengo pendiente si el síndrome de Cotard, tiene algo que ver en esto, pero será otra historia, en la que será bienvenido cualquier dato.
Un padre siempre está dispuesto a cuidar de sus hijos proporcionándoles lo necesario; si alguno enferma le llevará a curandero o adivino si lo necesitara, y llevará a rajatabla lo que este indicara. Mientras viva el padre sus hijos saben que atenderá aquello que les sea vital. Ira a su trabajo y honrará a sus ancestros, ocupándose de todo aquello que como cabeza de familia le es obligado.
Pero a su muerte, el hijo sabe que esa constante disposición del padre, desaparece con él, y debe hacerse cargo de sus necesidades y proveer para él y su familia si la tiene, todo aquello que antes le era dado. Lo que suele devenir en ansiedad.
No es normal que esto sucede sin previo aviso, y sí que los años agosten las fuerzas del padre, por lo que recordando su propia existencia, es consciente que su hijo estará ya más pendiente de la nueva carga que de él.
Padre e hijo saben, cuando se acercan los momentos de cambio generacional, que su interdependencia, encierra, latente, recelo. Pues uno se piensa aún suficiente y el otro capaz y deseoso de demostrarlo.
El culto a los ancestros
Y esta divergencia tiene su mayor exponente en el boato que al nivel de cada familia se da a los funerales paternos. No hay momento más oportuno para hacer una demostración de fervor filial, por dos causas: por lo que desde ese otro mundo su padre pueda hacer, y como demostración a los vivos de su independencia y de acceso a sus plenas responsabilidades. Así, honrando a su padre y con él a sus ancestros, el hombre refrenda en su primer compromiso, su pleno derecho al estatus y consideración como adulto.
Los pueblos, y si grandes cada clan y si grande cada linaje, tienen sus propios modos de actuación ante el dilema de percibir la realidad y compatibilizarlo con su concepción del mundo incluyendo en este, el complejo sistema de sus creencias en lo ancestral, para lo que recurren a diversas ceremonias y rituales. El culto a los ancestros parte de la idea de que cada hombre es una parte si no fundamental, sí especifica en su linaje para completar el todo. Y ese todo implica invocar a todos. Para ello deben mantener los altares familiares y solicitar en estos que los padres actúen adecuadamente con sus hijos.
Espíritu del antepasado
Y de aquí se extrapola la creencia de que un ancestro puede reencarnarse en uno de sus descendientes. Para lo que necesita que la futura madre, ya a punto de dar a luz, en sus sueños, perciba indicios del espíritu del antepasado que solicita una nueva morada y lo identifique. No quiero esto decir que el niño sea un sosías, un clon de su ‘abuelo’, no. Ni heredará la personalidad, ni tampoco rasgos o gestos que definan a otro, será lo que él quiera, pero él será el inadvertido receptáculo del espíritu de su antecesor.

Muchacho Luba con una ‘Efigie de santa’ |
Los conceptos espirituales y creencias desarrolladas en África, surgieron milenios antes de que se difundiera el Cristianismo o el Islam, pues la necesidad del ser humano por protegerse de lo desconocido es inherente a este y nació con él. Es lógico por tanto, aceptar que cada sociedad africana, nacidas como se sabe de un tronco común, desarrollaran, a partir de este tronco e ideas, rituales religiosos propios; distintas liturgias pero una misma creencia.
Conceptos espirituales y creencias
El entorno, la naturaleza de la que extraen la pervivencia física, marca a cada pueblo culturalmente, de manera que el pensamiento se ciñe a lo conocido para presentar la solicitud de lo necesario, en el ritual dedicado a la deidad que en cada caso resulta parecer particular. Ciertamente, aunque la memoria de su origen y migraciones, se trasmita periódicamente en cada iniciación, el entorno delimita su concepción del universo y solo la conexión social que se establece con los pueblos cercanos, aunque comunes en muchos casos, amplía su limitada visión del mundo.
Claro que aquellos europeos que aparecieron, revestidos a su vez de conceptos y mirada propia y que pensaban única, por la que durante siglos mataban y morían, se mostraron perplejos y asombrados ante la enorme diversidad de lo similar. No concebían que para un mismo fin, el africano tuviera una interpretación visual tan diferente de uno a otro vecino. Como si a cada necesidad, el europeo no hubiera creado un santo o virgen que la cubra. Pero claro, el africano era ‘animista y fetichista’, creador de un dios o espíritu divino para cada cosa y caso, era más fácil clasificarlo que ponerse a pensar en qué o por qué.
Y ante esta única posibilidad que se le ofrecía, impuesta y obligada, nada como recordar un axioma:
“Nada debe imponerse como verdad si existe la mínima duda” dijo Miguel Servet, y murió en la hoguera por defenderlo.
Mitos
Y aunque el africano nunca supo de esto, sí que lo experimentó. No quedándole más remedio o que renunciar a su pensamiento, adaptándose, o envolver sus creencias de lo visualmente correcto.

Cada cultura hemos visto que tiene sus mitos, y como en cualquier sitio, al fin de la cosecha, en la siembra, cada ciclo lunar, cada equinoccio y solsticio, en función del lugar y clima, el ser humano, ritualiza todo.
Prefiere prevenir acudiendo a solicitar a las fuerzas de lo desconocido, de la naturaleza, antes de que esta no responda con la regularidad predeterminada. Claramente se supedita la religión al interés de lo vital, y el ritual, se encaja para este logro.
Y aunque incluyamos al africano, hablamos del ser humano, de todos. Pues todos quieren dominar y no solo al otro, sino a la naturaleza, a los ríos y frondas, regulando cauces y aguas y trastocando parajes. Y ahora y por qué no, al cosmos.
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